Interesante artículo de José Díaz Herrera,
exponiendo la incompetencia e ineptitud de Mariano Rajoy como presidente del
gobierno, así como sus abusos y despilfarros; y una radiografía de la tragedia
de España corrompida por obra y gracia de su casta política:
RAJOY, DE SER INCAPAZ DE GOBERNAR SUS ESFÍNTERES A NO PODER
GOBERNAR UN PAÍS
por José Díaz Herrera:
Dice Mariano Rajoy el simple que él gana poco dinero, unos
300.000 euros al año entre los que trajina del Partido Popular y lo que acarrea
del Estado, por desgobernar el país y colocar a miles de españoles al borde del
suicidio.
Eso es lo que se deduce de sus declaraciones de renta y
patrimonio y no del dinero B que debe recibir tanto de su formación política
como del Gobierno donde, al margen de los papeles de Barcenas, unos cuantos que
vivimos del oficio de escribir sabemos perfectamente, que desde los tiempos
inmemoriales cada fin de año en el Gobierno y en todos los ministerios se
reparten “bufandas” y no precisamente de lana de cabra de Cashmere.
Lo importante aquí no es, sin embargo, la “miseria”
que cobra el Presidente sino lo que nos cuesta tener un incapacitado para la
política en La Moncloa. Porque ese individuo con tantas luces que se atreve a
presumir de saber ganarse la vida fuera del Ejecutivo y oculta que necesita más
de 500 asesores para simular que gobierna; que tiene la desfachatez y la
altanería de asegurar que pierde dinero y que se sacrifica por todos nosotros,
(cuando los españoles son conscientes que PP, PSOE, CiU y PNV son cuatro cuevas
de ladrones), debería sacar a relucir también lo enormes gastos que supone
tenerle a él, a Viri y a sus hijos en La Moncloa, que eso no es precisamente el
chocolate del loro.
Porque, dejando al margen las prebendas del poder
(más de 30 coches gratis, helicópteros gratis, aviones gratis tanto para viajar
a Bruselas a escuchar y a decir si, si, si con la cabeza como para irse de
vacaciones o a actos del partido, ese señor que come en Cáritas ni cena todas
las noches en la Hermandad de Jesús el Pobre, dispone de los 500 asesores ya
aludidos, de una docena de cocineros, otra de camareros, de una legión de
secretarias, de correveidiles, celestinos, y alcahuetes para controlar a todos
y cada uno de sus ministros, secretarios de Estado y hasta directores generales;
de otra legión de recaderos y cuentistas para conectarle con la banca y las
grandes corporaciones, de varios sacamantecas, un médico, de un barbero, un
experto en manicura y hasta de un cura.
Y de otras legiones aún mayores y más inútiles.
Porque sólo para evitar que algún ciudadano cabreado, de los muchos que hay al
borde del suicidio, decida implantar la justicia medieval y le pegue dos tiros
en la rabadilla, por delante y por detrás, el Palacio de la Moncloa está
custodiado por más 500 guardia civiles; rodeado desde un kilómetro a la redonda
antes de acercarse por centenares de funcionarios del Cuerpo Nacional de
Policía y de la policía secreta, que a su vez hacen de avanzadilla cuando se
desplaza a alguna parte, controlan todos los itinerarios por cámaras de
televisión desde el bunker del palacio presidencia y le acompañan hasta a mear
en todas partes.
Un despliegue tan descomunal como innecesario.
Porque, ¿Quién por muy chiflado que esté va a matar a Mariano Rajoy y a
librarnos del tipo más inútil de la historia de España? Ni siquiera Antonio
Tejero Molina se hubiera atrevido a ello en los tiempos en que Rodolfo Martín
Villa mandó colocar la ikurriña en el País Vasco un día después de negar tres
veces que la autorizaría y, presa de la natural indignación, el militar subió
al ayuntamiento de San Sebastián y a punta de pistola obligó a su alcalde a
“arrancar aquel trapo” y a colocar la enseña nacional, que ese fue el
precedente del 23-F junto con lo que se inventó José Luis Cortina Prieto, tras
ver 16 veces al Rey en febrero de 1981, y por eso todo fue una chapuza. Rajoy,
y concluyó ya con este razonamiento, gana “poco” pero, céntimo arriba céntimo
abajo, nos cuesta más de 250 millones de euros al año.
La verdad es que sí se comparan sus ingresos con
los de Barak Obama (algo más de 800.000 dólares anuales) o los del presidente
ruso Vladimir Putin (750.000) Rajoy gana una “miseria”. Pero Putin está
dirigiendo el país más grande de la tierra en extensión, el que más rico en
recursos fósiles y naturales y Obama es el amo del mayor imperio del planeta,
el tipo de color que más ha mandado en la historia de la humanidad.
Lo cierto es que sumados los sueldos “legales” de
los tres mandatarios más grandes del mundo (Rajoy lo es, no hay más que verlo)
no llegan a lo que percibe el presidente o los consejeros ejecutivos de un
banco mediano español. De ahí que si trabajaran en el sector privado y ganaran
esas sumas tanto Putin, Obama o Rajoy serían tratados como unos pobres
desgraciados.
Si, en cambio, se cotejan sus salarios con los
servicios que prestan a sus respectivas sociedades habría que deducir todo lo
contrario. Los tres junto François Holande y David Cameron, por ampliar un poco
más la lista, están recibiendo unos salarios que no se merecen.
Es más, yo diría que Rajoy el simple, un tipo que
no habla más lengua que español con retranca gallega, que todo lo que hizo en
la vida fue llegar a Registrador de la Propiedad, para vivir sin trabajar ni
tener que arriesgarse a competir en una sociedad abierta, debería ser el que
pagara para estar ahí, para ocupar un puesto para el que no está capacitado,
para el que, según revelan los hechos, es un completo incompetente.
Porque el problema de nuestra sociedad es que salvo
en China con Ju Jintao y Xi Jinping, cortado de la misma madera, y en Alemania
con Ángela Merkel el planeta está huérfano de políticos de talla, de estadistas
que trasciendan los límites de la historia, de hombres con visión del mundo y
de la globalización, de la sociedad y del Estado, de personajes como Winston
Churchill, Margaret Thatcher, Konrad Adenauer, Charles De Gaulle, Alcides De
Gasperi, Franklin D. Roosevelt, Dwight David Eisenhower, los malogrados John F.
Kennedy y Aldo Moro que fueron capaces de sacar al mundo de la miseria en que
lo hundió el mayor cataclismo provocado por el hombre, firmar un pacto para
poner fin a las guerras en el continente Europeo y trajeron la felicidad y el
bienestar a sus pueblos, que debería ser en cualquier circunstancia el programa
máximo de todo buen gobernante.
Lee Iaccoca, presidente de la Chrysler, el último
gran presidente de la mayor multinacional del automóvil americano, lo gritaba
hace unos años en uno de sus libros no traducido al español “¿Dónde están
nuestros políticos?”. ¿Cómo es posible que el planeta esté en manos de la gente
más incapacitada, inculta e inexperta del siglo? ¿Cómo puede tolerarse que unos
inútiles (como Zapatero o Rajoy, eso lo digo yo) se dediquen a subvencionar a
millones de personas, a dilapidar el dinero en obras faraónicas en lugar de dar
paso a la iniciativa privada, que es el único sector en el mundo que crea
riqueza y empleo?
Aunque empezó como botones en la Ford hace muchos
años, cuando a finales de los años setenta entró en la Chrysler como ejecutivo
(antes había fabricado con la Ford el Mustang, el coche más vendido del mundo),
Iaccoca que si es un líder de nuestro tiempo aunque ya jubilado, cogió una
compañía en bancarrota, con 160 millones de dólares en perdidas semestrales,
pagó todas las deudas en menos de cinco años y la colocó en el nivel más alto
del ranking del automóvil gracias a sus alianzas con Mitsubishi, AMC, Maserati
y Lamborghini, comprando las dos últimas
“Gobernar una empresa o un país no es más que
motivar a millones de personas para que se afanen en una tarea común”,
escribió. El grito de este personaje de ascendencia italiana, como puede
comprobarse por su apellido, reproducido en más de 8 millones de libros, ha
servido de muy poco. Nadie, ni un solo político, le ha hecho puñetero caso.
En el caso español, en relación con Mariano Rajoy
todavía recuerdo unas palabras que me dijo Francisco Álvarez Cascos en las
semanas previas a que se formara el Gobierno de José María Aznar de 1996. “El
presidente es una tumba, no ha dicho nada a nadie y el nerviosismo cunde en Génova.
El que peor lo lleva es Rajoy que no para de preguntar “a ti te ha dicho algo”,
“ya ha hablado con alguien”, “sabes si le ha dicho algo del futuro Gobierno a
Pujol”, “¿te has enterado de qué hay de lo mío?”. Y todo eso ocurría entre
visita y visita cada media hora al retrete que llevaba casi un mes con una
gastroenteritis crónica, temiendo que no le cayera alguna cartera”.
Habrá gente que trate de desmentir esta frase pero
resulta que la tengo publicada y atribuida a su autor en 1999 y no está
desmentida. De donde se deducen algunas cuestiones. ¿Puede gobernar un país un
tipo que está más preocupado por ser ministro que por defender el interés
general de los españoles? ¿Puede tomar decisiones que traigan la “seguridad y
la felicidad al pueblo”, como escribieron los autores de la Constitución de
Pennsylvania de 1776, un sujeto más pendiente de colmar sus ambiciones
personales que del bienestar de sus conciudadanos?
¿Puede ser el presidente de un país un señor que
padeció dos meses de diarrea crónica, o dicho de otra manera, “que estaba a
punto de cagarse los pantalones” a la vez que bebía toneladas de agua de tila
(por no decir otra cosa) por que temía quedarse fuera de un Gobierno? ¿Cómo va
a motivar Rajoy a las masas cuando no está seguro de si mismo, vive en un sin
vivir en si y tiene los nervios agarrados al estómago jugándole malas pasadas?
¿Cómo puede gobernar un país un señor que ha demostrado su incapacidad para
gobernar su estómago y sus esfínteres?
La gente tal vez no sea consciente de que ese es el
problema más grave de las sociedades occidentales pero si se sabe perfectamente
en los bancos y en las grandes corporaciones, cuyos dirigentes no paran de
contarte que no pueden crear más riqueza ni fomentar el crédito porque no se
fían de unos políticos cortos de mira, inútiles e incapaces de ver más allá de
la punta de sus zapatos.
Como dijeron Abraham Lincoln, John Adams, James
Madison George Mason, Thomas Jefferson y otros padres fundadores de la gran
nación americana a mediados del siglo XVIII “el gobierno se instituye o debiera
instituirse para el beneficio común, para la protección, la felicidad y la
seguridad del pueblo, nación o comunidad, y no para la ventaja o beneficio de
un solo hombre, familia o clase de hombres, que sean sólo una parte de la comunidad”.
Todo lo contrario, sin duda, a lo que ha hecho
Rajoy. En apenas un año ha acabado el solito con la clase media, ha reducido la
pirámide de rentas en varios puntos, colocando al 40 por ciento de los
españoles en salarios por debajo de los 12.000 Euros (y a otro 18 por ciento
entre los 12 y 18.000); ha entregado al país a las cajas de ahorro (quebradas),
a los bancos, a las corporaciones y a su clan de amiguetes y de golfos,
olvidándose de que su gestión va a servir de muy poco: los fondos de inversión
norteamericanos que sostienen en la Bolsa a bancos y grandes corporaciones
(cuya deuda es de 1.4 billones de Euros) cuestionaron en abril de 2012 la
gestión del presidente de uno de los mayores bancos de España y de nuestra
mayor multinacional (solo por poner dos ejemplos, que los hay a patadas) al
frente de sus respectivas entidades y en 2013 volverán a amenazar con tomar el
control de éstas si no aumenta el dividendo, que parece claro que Paco González
y Emilio Botín no lo van a aumentar.
Rajoy es, además, y eso nadie puede discutirlo, al
margen de la herencia recibida, el individuo que ha roto la felicidad a
millones de españoles, el que ha borrado la ilusión y la sonrisa de los labios
a centenares de miles de niños muchos de los cuales van al colegio no sólo para
estudiar sino para comer; el sujeto que ha destrozado la vejez y la
tranquilidad a 8 millones de jubilados, y el que con sus catastróficas leyes ha
traído la desgracia del paro a un millón más de familias. Su labor de Gobierno
ha sido sumar miseria a la miseria, desgracia donde ya había infortunio. Y sin
ser un alquimista ni un experto en Mecánica Cuántica acaba de inventar la
reversibilidad del tiempo y ha hecho retroceder a España al periodo de los años
cincuenta, a la etapa previa al Plan de Estabilización y al desarrollismo. Y si
le dejan puede que hasta imponga las cartillas de racionamiento.
No es nada descabellado: la España que ocupaba un
lugar entre los países desarrollados en los años setenta es hoy un país
arruinado por los políticos y sus adláteres en las instituciones. De modo y
manera que, aunque nadie lo cuente, desde que se destruyó la industria pesada,
los astilleros y el textil y se vendieron el resto de las empresas a los
inversores extranjeros en este país se vive de prestado. Hasta tal punto que
las 13 compañías automovilísticas a las que se les están regalando la energía
eléctrica para que no se vayan son todas extranjeras. Aunque se encuentra un
25,3 por debajo de la media de la UE, el coste de la mano de obra en España, según
OCDE, era de 20’6 Euros/hora en 2011; en Portugal de 12,1, Letonia y Lituania 5
Euros, Rumania de 4,2 Euros y Bulgaria 3,5. ¿Alguien duda de que este sector,
el del automóvil citado, que año tras año pierde cuota de mercado y dinero en
España, que es hoy la columna vertebral del país, que se ha instalado aquí de
prestado, no se vaya a largar? Tampoco se iba a marchar, según el Gobierno, la
Corporación Mondragón, el sexto grupo industrial de España. Y ahora mismo son
los dueños de uno de los mayores polígonos industriales de Shangai a donde se
han llevado todo el sector de la industria del automóvil y donde acaban de
inaugurar la cadena de fabricación de rodamientos para automóviles más grande
del mundo, la más moderna y robotizada del planeta para que dentro de poco
compremos coches chinos por cinco mil euros.
Con seis millones de parados, con una reforma
laboral que solo sirve para destruir empleo en el sector privado, mientras no
se toca un pelo a nadie en el público (hay 346.323 empleados que no son ni
funcionarios ni contratados sino enchufados de las distintas administraciones);
con 17 administraciones autonómicas que son otras tantas naciones donde se
hablan hasta cinco lenguas distintas, sin un solo sector de la economía sano,
que puede servir de motor de para salir de la crisis, España está más cerca del
desmoronamiento del imperio Austro-Húngaro, donde había hasta 17 lenguas (que
no otras tantas formas diferentes de cunnilingus), que de un país del siglo XXI
Con 4.000 empresas publicas que pierden 30.000
millones de Euros al año; el diez por ciento de ellas (la Sepi) presididas por
Ramón Aguirre, un ex botones de Banco Exterior de España que precisamente no es
Lee Iacocca, España constituye hoy un largo túnel donde el tiempo y el espacio
se han detenido y donde no se atisba el menor resquicio de luz.
Un país en el que en Hunosa, una de las empresas de
la Sepi se roban 200.000 kilos de carbón de la reserva estratégica de Asturias,
donde según el Tribunal de Cuentas desaparecen 500 millones de Euros, que
supuestamente han ido a los mineros (el 30 por ciento nacidos en Cabo Verde) y
Rajoy ordena mirar para otro lado no es un estado serio. Es la cueva de Ali
Baba.
Un país, en el que Aznar ordenó entregar casi 4.000
millones en subvenciones a la empresa naval Izar y sólo se ha recuperado algo
más de la mitad; en la que hay 700 ingenieros de montes del antiguo IRYDA
trabajando en una empresa, Tagsa, y cobrando más de 100.000 euros al año con
una sola meta: ser bomberos en verano y el resto del año dedicarse a investigar
la trazabilidad de los alimentos de los animales sin que se sepa todavía si hay
descubierto el origen de la gripe aviar o el mal de las vacas locas, no es
serio. Y eso sin contar el dinero que se roba a manos llenas en Ineco, Adif,
Navantia, Aena y otro medio centenar más de empresas, feudos de poderosos
clanes de ingenieros, que han convertido su parcela pública en patio de
Monipodio y en su Sierra Morena particular.
Un país donde Ramón Aguirre fue nombrado presidente
de la Sepi para cerrarla (al igual que el resto de las 3.500 empresas de las
autonomías), pero a los diez minutos recibió la contraorden del Gobierno de no
tocar nada porque la Sociedad Española de Participaciones Industriales iba a
ser el cementerio de todos aquellos dirigentes del PP que se enfrentaron a
Rajoy en 2008; el lugar donde colocar al hermano del ministro de Agricultura y
a otras trescientas personas más con sueldos de banqueros de los años 80. El
país de donde había que sacar el dinero negro para completar el sueldo al
presidente de la agencia EFE, José Antonio Vera que, el pobre ganaba más en las
tertulias; para dar una propina a todos los subsecretarios y secretarios de
Estado de Rajoy, salvo a alguno despistado que aún no sabe donde hay que tener
un despacho que no se utiliza nunca para poder tener una “bufanda” de la
“chatarrería” del Gobierno.
Un país que, entre otros miles de disparates, sueña
con reactivar el Hipódromo de La Zarzuela, comprando mil caballos de carreras
por unos cuantos millones de Euros, entre ellos varios ejemplares del Aga Khan.
Y que ha colocado al frente de esta colosal empresa, que va a ser el buque
insignia del desarrollo español a Faina Zurita Ussía, sobrina de Zurita y
sobrina de Gaitanes, cuyo único curriculum público, salvo que haya aprendido a
montar en privado o a la luz de la luna, es que ha sido jefa de prensa y
solamente jefa de prensa en varias empresas de medio pelo.
De donde se deduce que si Ramón Aguirre es capaz de
incentivar a la vieja y rancia aristocracia para recuperar la vieja y ancestral
costumbre de pasar las mañanas de sábados y domingos en sus instalaciones y, de
paso, vender sus fincas y hacer los negocios de siempre y cobra un porcentaje
por cada transacción España volverá a ir bien, como decía ese prócer de la
literatura al que llamaban Aznar, que todo hay que aclararlo no es el rebuzno
del asno, sino el apellido de Gran Timonel de la España del PP.
Tras lo cual, viviendo con industrias de prestado,
uniendo el futuro de España a la cría caballar y a la trazabilidad de los
alimentos animales; con una nación que no se va a romper en tres pedazos porque
ya lo está (País Vasco y Cataluña son energética, financiera, industrial y
hasta fiscalmente independientes [Cataluña todavía no del todo]. Tienen su
educación y red sanitaria diferenciadas. Disponen de sus redes de suministros
de agua y alimentos independientes [allí no existe la empresa española Mercasa
sino sus propios mercados mayoristas])… Todo ello unido a unos partidos que
viven de negar las evidencias, sin otra mira que la de mantenerse en el poder
para seguir saqueando, nos lleva a pensar que en este país de picaros y
lazarillos no tiene otra salida que la de una profunda regeneración
democrática, que debe promoverse y realizarse por personas, limpias y honestas,
dispuestas a arrojar por el sumidero de la historia a varios millares de los
políticos actuales o esta nación no tiene futuro.
Todo lo cual me trae de nuevo a la mente las
palabras de uno de los autores de la Constitución de Pennsylvania de 1776.
Escribió uno de los más lúcidos brothers y venerables maestros del “siglo de
las luces” en Estados Unidos: “La comunidad tiene un derecho indudable, inalienable
e inanulable para reformar, modificar o abolir el gobierno en la manera que
dicha comunidad considere mejor para el bienestar público”.
Un asunto que, por supuesto, no se puede dejar en
manos de los políticos en activo ni realizarse dentro de los límites de la
Constitución ya que nuestros “padres de la patria” hicieron una Carta Magna a
medida de sus intereses y para amparar las fechorías de los suyos (sean muchas
o pocas).
En el caso de Rajoy no basta con “abolirlo”. Habría
que mandarlo además a limpiar las letrinas de Génova 13, de sus casi
ancestrales inmundicias, para que entre tanto otros más preparados que él
puedan limpiar la sociedad española del resto de sus cagadas. Y de las de
Zapatero.
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Rajoy, de ser
incapaz de gobernar sus esfínteres a no poder gobernar un país
José
Díaz Herrera.- Dice Mariano Rajoy el simple que él gana poco dinero, unos
300.000 euros al año entre los que trajina del Partido Popular y lo que acarrea
del Estado, por desgobernar el país y colocar a miles de españoles al borde del
suicidio.
Eso
es lo que se deduce de sus declaraciones de renta y patrimonio y no del dinero
B que debe recibir tanto de su formación política como del Gobierno donde, al
margen de los papeles de Barcenas, unos cuantos que vivimos del oficio de
escribir sabemos perfectamente, que desde los tiempos inmemoriales cada fin de
año en el Gobierno y en todos los ministerios se reparten “bufandas” y no
precisamente de lana de cabra de Cashmere.
Lo
importante aquí no es, sin embargo, la “miseria” que cobra el Presidente sino lo
que nos cuesta tener un incapacitado para la política en La Moncloa. Porque ese
individuo con tantas luces que se atreve a presumir de saber ganarse la vida
fuera del Ejecutivo y oculta que necesita más de 500 asesores para simular que
gobierna; que tiene la desfachatez y la altanería de asegurar que pierde dinero
y que se sacrifica por todos nosotros, (cuando los españoles son conscientes
que PP, PSOE, CiU y PNV son cuatro cuevas de ladrones), debería sacar a relucir
también lo enormes gastos que supone tenerle a él, a Viri y a sus hijos en La
Moncloa, que eso no es precisamente el chocolate del loro.
Porque,
dejando al margen las prebendas del poder (más de 30 coches gratis,
helicópteros gratis, aviones gratis tanto para viajar a Bruselas a escuchar y a
decir si, si, si con la cabeza como para irse de vacaciones o a actos del
partido, ese señor que come en Cáritas ni cena todas las noches en la Hermandad
de Jesús el Pobre, dispone de los 500 asesores ya aludidos, de una docena de
cocineros, otra de camareros, de una legión de secretarias, de correveidiles,
celestinos, y alcahuetes para controlar a todos y cada uno de sus ministros,
secretarios de Estado y hasta directores generales; de otra legión de recaderos
y cuentistas para conectarle con la banca y las grandes corporaciones, de
varios sacamantecas, un médico, de un barbero, un experto en manicura y hasta
de un cura.
Y
de otras legiones aún mayores y más inútiles. Porque sólo para evitar que algún
ciudadano cabreado, de los muchos que hay al borde del suicidio, decida
implantar la justicia medieval y le pegue dos tiros en la rabadilla, por
delante y por detrás, el Palacio de la Moncloa está custodiado por más 500
guardia civiles; rodeado desde un kilómetro a la redonda antes de acercarse por
centenares de funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía y de la policía
secreta, que a su vez hacen de avanzadilla cuando se desplaza a alguna parte,
controlan todos los itinerarios por cámaras de televisión desde el bunker del
palacio presidencia y le acompañan hasta a mear en todas partes.
Un
despliegue tan descomunal como innecesario. Porque, ¿Quién por muy chiflado que
esté va a matar a Mariano Rajoy y a librarnos del tipo más inútil de la
historia de España? Ni siquiera Antonio Tejero Molina se hubiera atrevido a
ello en los tiempos en que Rodolfo Martín Villa mandó colocar la ikurriña en el
País Vasco un día después de negar tres veces que la autorizaría y, presa de la
natural indignación, el militar subió al ayuntamiento de San Sebastián y a
punta de pistola obligó a su alcalde a “arrancar aquel trapo” y a colocar la
enseña nacional, que ese fue el precedente del 23-F junto con lo que se inventó
José Luis Cortina Prieto, tras ver 16 veces al Rey en febrero de 1981, y por
eso todo fue una chapuza. Rajoy, y concluyó ya con este razonamiento, gana
“poco” pero, céntimo arriba céntimo abajo, nos cuesta más de 250 millones de
euros al año.
La
verdad es que sí se comparan sus ingresos con los de Barak Obama (algo más de
800.000 dólares anuales) o los del presidente ruso Vladimir Putin (750.000)
Rajoy gana una “miseria”. Pero Putin está dirigiendo el país más grande de la
tierra en extensión, el que más rico en recursos fósiles y naturales y Obama es
el amo del mayor imperio del planeta, el tipo de color que más ha mandado en la
historia de la humanidad.
Lo cierto es que sumados los sueldos “legales” de los tres mandatarios más
grandes del mundo (Rajoy lo es, no hay más que verlo) no llegan a lo que
percibe el presidente o los consejeros ejecutivos de un banco mediano español.
De ahí que si trabajaran en el sector privado y ganaran esas sumas tanto Putin,
Obama o Rajoy serían tratados como unos pobres desgraciados.
Si,
en cambio, se cotejan sus salarios con los servicios que prestan a sus
respectivas sociedades habría que deducir todo lo contrario. Los tres junto
François Holande y David Cameron, por ampliar un poco más la lista, están
recibiendo unos salarios que no se merecen.
Es
más, yo diría que Rajoy el simple, un tipo que no habla más lengua que español
con retranca gallega, que todo lo que hizo en la vida fue llegar a Registrador
de la Propiedad, para vivir sin trabajar ni tener que arriesgarse a competir en
una sociedad abierta, debería ser el que pagara para estar ahí, para ocupar un
puesto para el que no está capacitado, para el que, según revelan los hechos,
es un completo incompetente.
Porque
el problema de nuestra sociedad es que salvo en China con Ju Jintao y Xi
Jinping, cortado de la misma madera, y en Alemania con Ángela Merkel el planeta
está huérfano de políticos de talla, de estadistas que trasciendan los límites
de la historia, de hombres con visión del mundo y de la globalización, de la
sociedad y del Estado, de personajes como Winston Churchill, Margaret Thatcher,
Konrad Adenauer, Charles De Gaulle, Alcides De Gasperi, Franklin D. Roosevelt,
Dwight David Eisenhower, los malogrados John F. Kennedy y Aldo Moro que fueron
capaces de sacar al mundo de la miseria en que lo hundió el mayor cataclismo
provocado por el hombre, firmar un pacto para poner fin a las guerras en el
continente Europeo y trajeron la felicidad y el bienestar a sus pueblos, que
debería ser en cualquier circunstancia el programa máximo de todo buen
gobernante.
Lee
Iaccoca, presidente de la Chrysler, el último gran presidente de la mayor multinacional
del automóvil americano, lo gritaba hace unos años en uno de sus libros no
traducido al español “¿Dónde están nuestros políticos?”. ¿Cómo es posible que
el planeta esté en manos de la gente más incapacitada, inculta e inexperta del
siglo? ¿Cómo puede tolerarse que unos inútiles (como Zapatero o Rajoy, eso lo
digo yo) se dediquen a subvencionar a millones de personas, a dilapidar el
dinero en obras faraónicas en lugar de dar paso a la iniciativa privada, que es
el único sector en el mundo que crea riqueza y empleo?
Aunque
empezó como botones en la Ford hace muchos años, cuando a finales de los años
setenta entró en la Chrysler como ejecutivo (antes había fabricado con la Ford
el Mustang, el coche más vendido del mundo), Iaccoca que si es un líder de
nuestro tiempo aunque ya jubilado, cogió una compañía en bancarrota, con 160
millones de dólares en perdidas semestrales, pagó todas las deudas en menos de
cinco años y la colocó en el nivel más alto del ranking del automóvil gracias a
sus alianzas con Mitsubishi, AMC, Maserati y Lamborghini, comprando las dos
últimas
“Gobernar una empresa o un país no es más que motivar a millones de personas
para que se afanen en una tarea común”, escribió. El grito de este personaje de
ascendencia italiana, como puede comprobarse por su apellido, reproducido en
más de 8 millones de libros, ha servido de muy poco. Nadie, ni un solo
político, le ha hecho puñetero caso.
En
el caso español, en relación con Mariano Rajoy todavía recuerdo unas palabras
que me dijo Francisco Álvarez Cascos en las semanas previas a que se formara el
Gobierno de José María Aznar de 1996. “El presidente es una tumba, no ha dicho
nada a nadie y el nerviosismo cunde en Génova. El que peor lo lleva es Rajoy
que no para de preguntar “a ti te ha dicho algo”, “ya ha hablado con alguien”,
“sabes si le ha dicho algo del futuro Gobierno a Pujol”, “¿te has enterado de
qué hay de lo mío?”. Y todo eso ocurría entre visita y visita cada media hora
al retrete que llevaba casi un mes con una gastroenteritis crónica, temiendo
que no le cayera alguna cartera”.
Habrá
gente que trate de desmentir esta frase pero resulta que la tengo publicada y
atribuida a su autor en 1999 y no está desmentida. De donde se deducen algunas
cuestiones. ¿Puede gobernar un país un tipo que está más preocupado por ser
ministro que por defender el interés general de los españoles? ¿Puede tomar
decisiones que traigan la “seguridad y la felicidad al pueblo”, como
escribieron los autores de la Constitución de Pennsylvania de 1776, un sujeto
más pendiente de colmar sus ambiciones personales que del bienestar de sus
conciudadanos?
¿Puede
ser el presidente de un país un señor que padeció dos meses de diarrea crónica,
o dicho de otra manera, “que estaba a punto de cagarse los pantalones” a la vez
que bebía toneladas de agua de tila (por no decir otra cosa) por que temía
quedarse fuera de un Gobierno? ¿Cómo va a motivar Rajoy a las masas cuando no
está seguro de si mismo, vive en un sin vivir en si y tiene los nervios
agarrados al estómago jugándole malas pasadas? ¿Cómo puede gobernar un país un
señor que ha demostrado su incapacidad para gobernar su estómago y sus
esfínteres?
La
gente tal vez no sea consciente de que ese es el problema más grave de las
sociedades occidentales pero si se sabe perfectamente en los bancos y en las
grandes corporaciones, cuyos dirigentes no paran de contarte que no pueden
crear más riqueza ni fomentar el crédito porque no se fían de unos políticos
cortos de mira, inútiles e incapaces de ver más allá de la punta de sus zapatos.
Como
dijeron Abraham Lincoln, John Adams, James Madison George Mason, Thomas
Jefferson y otros padres fundadores de la gran nación americana a mediados del
siglo XVIII “el gobierno se instituye o debiera instituirse para el beneficio
común, para la protección, la felicidad y la seguridad del pueblo, nación o
comunidad, y no para la ventaja o beneficio de un solo hombre, familia o clase
de hombres, que sean sólo una parte de la comunidad”.
Todo
lo contrario, sin duda, a lo que ha hecho Rajoy. En apenas un año ha acabado el
solito con la clase media, ha reducido la pirámide de rentas en varios puntos,
colocando al 40 por ciento de los españoles en salarios por debajo de los
12.000 Euros (y a otro 18 por ciento entre los 12 y 18.000); ha entregado al
país a las cajas de ahorro (quebradas), a los bancos, a las corporaciones y a
su clan de amiguetes y de golfos, olvidándose de que su gestión va a servir de
muy poco: los fondos de inversión norteamericanos que sostienen en la Bolsa a
bancos y grandes corporaciones (cuya deuda es de 1.4 billones de Euros)
cuestionaron en abril de 2012 la gestión del presidente de uno de los mayores
bancos de España y de nuestra mayor multinacional (solo por poner dos ejemplos,
que los hay a patadas) al frente de sus respectivas entidades y en 2013
volverán a amenazar con tomar el control de éstas si no aumenta el dividendo,
que parece claro que Paco González y Emilio Botín no lo van a aumentar.
Rajoy
es, además, y eso nadie puede discutirlo, al margen de la herencia recibida, el
individuo que ha roto la felicidad a millones de españoles, el que ha borrado
la ilusión y la sonrisa de los labios a centenares de miles de niños muchos de
los cuales van al colegio no sólo para estudiar sino para comer; el sujeto que
ha destrozado la vejez y la tranquilidad a 8 millones de jubilados, y el que
con sus catastróficas leyes ha traído la desgracia del paro a un millón más de
familias. Su labor de Gobierno ha sido sumar miseria a la miseria, desgracia
donde ya había infortunio. Y sin ser un alquimista ni un experto en Mecánica
Cuántica acaba de inventar la reversibilidad del tiempo y ha hecho retroceder a
España al periodo de los años cincuenta, a la etapa previa al Plan de
Estabilización y al desarrollismo. Y si le dejan puede que hasta imponga las
cartillas de racionamiento.
No
es nada descabellado: la España que ocupaba un lugar entre los países
desarrollados en los años setenta es hoy un país arruinado por los políticos y
sus adláteres en las instituciones. De modo y manera que, aunque nadie lo
cuente, desde que se destruyó la industria pesada, los astilleros y el textil y
se vendieron el resto de las empresas a los inversores extranjeros en este país
se vive de prestado. Hasta tal punto que las 13 compañías automovilísticas a
las que se les están regalando la energía eléctrica para que no se vayan son
todas extranjeras. Aunque se encuentra un 25,3 por debajo de la media de la UE,
el coste de la mano de obra en España, según OCDE, era de 20’6 Euros/hora en
2011; en Portugal de 12,1, Letonia y Lituania 5 Euros, Rumania de 4,2 Euros y
Bulgaria 3,5. ¿Alguien duda de que este sector, el del automóvil citado, que
año tras año pierde cuota de mercado y dinero en España, que es hoy la columna
vertebral del país, que se ha instalado aquí de prestado, no se vaya a largar?
Tampoco se iba a marchar, según el Gobierno, la Corporación Mondragón, el sexto
grupo industrial de España. Y ahora mismo son los dueños de uno de los mayores
polígonos industriales de Shangai a donde se han llevado todo el sector de la industria
del automóvil y donde acaban de inaugurar la cadena de fabricación de
rodamientos para automóviles más grande del mundo, la más moderna y robotizada
del planeta para que dentro de poco compremos coches chinos por cinco mil
euros.
Con
seis millones de parados, con una reforma laboral que solo sirve para destruir
empleo en el sector privado, mientras no se toca un pelo a nadie en el público
(hay 346.323 empleados que no son ni funcionarios ni contratados sino
enchufados de las distintas administraciones); con 17 administraciones
autonómicas que son otras tantas naciones donde se hablan hasta cinco lenguas
distintas, sin un solo sector de la economía sano, que puede servir de motor de
para salir de la crisis, España está más cerca del desmoronamiento del imperio
Austro-Húngaro, donde había hasta 17 lenguas (que no otras tantas formas
diferentes de cunnilingus), que de un país del siglo XXI
Con
4.000 empresas publicas que pierden 30.000 millones de Euros al año; el diez
por ciento de ellas (la Sepi) presididas por Ramón Aguirre, un ex botones de
Banco Exterior de España que precisamente no es Lee Iacocca, España constituye
hoy un largo túnel donde el tiempo y el espacio se han detenido y donde no se
atisba el menor resquicio de luz.
Un
país en el que en Hunosa, una de las empresas de la Sepi se roban 200.000 kilos
de carbón de la reserva estratégica de Asturias, donde según el Tribunal de
Cuentas desaparecen 500 millones de Euros, que supuestamente han ido a los
mineros (el 30 por ciento nacidos en Cabo Verde) y Rajoy ordena mirar para otro
lado no es un estado serio. Es la cueva de Ali Baba.
Un
país, en el que Aznar ordenó entregar casi 4.000 millones en subvenciones a la
empresa naval Izar y sólo se ha recuperado algo más de la mitad; en la que hay
700 ingenieros de montes del antiguo IRYDA trabajando en una empresa, Tagsa, y
cobrando más de 100.000 euros al año con una sola meta: ser bomberos en verano
y el resto del año dedicarse a investigar la trazabilidad de los alimentos de
los animales sin que se sepa todavía si hay descubierto el origen de la gripe
aviar o el mal de las vacas locas, no es serio. Y eso sin contar el dinero que
se roba a manos llenas en Ineco, Adif, Navantia, Aena y otro medio centenar más
de empresas, feudos de poderosos clanes de ingenieros, que han convertido su
parcela pública en patio de Monipodio y en su Sierra Morena particular.
Un
país donde Ramón Aguirre fue nombrado presidente de la Sepi para cerrarla (al
igual que el resto de las 3.500 empresas de las autonomías), pero a los diez
minutos recibió la contraorden del Gobierno de no tocar nada porque la Sociedad
Española de Participaciones Industriales iba a ser el cementerio de todos
aquellos dirigentes del PP que se enfrentaron a Rajoy en 2008; el lugar donde
colocar al hermano del ministro de Agricultura y a otras trescientas personas
más con sueldos de banqueros de los años 80. El país de donde había que sacar
el dinero negro para completar el sueldo al presidente de la agencia EFE, José
Antonio Vera que, el pobre ganaba más en las tertulias; para dar una propina a
todos los subsecretarios y secretarios de Estado de Rajoy, salvo a alguno
despistado que aún no sabe donde hay que tener un despacho que no se utiliza
nunca para poder tener una “bufanda” de la “chatarrería” del Gobierno.
Un
país que, entre otros miles de disparates, sueña con reactivar el Hipódromo de
La Zarzuela, comprando mil caballos de carreras por unos cuantos millones de
Euros, entre ellos varios ejemplares del Aga Khan. Y que ha colocado al frente
de esta colosal empresa, que va a ser el buque insignia del desarrollo español
a Faina Zurita Ussía, sobrina de Zurita y sobrina de Gaitanes, cuyo único
curriculum público, salvo que haya aprendido a montar en privado o a la luz de
la luna, es que ha sido jefa de prensa y solamente jefa de prensa en varias
empresas de medio pelo.
De
donde se deduce que si Ramón Aguirre es capaz de incentivar a la vieja y rancia
aristocracia para recuperar la vieja y ancestral costumbre de pasar las mañanas
de sábados y domingos en sus instalaciones y, de paso, vender sus fincas y
hacer los negocios de siempre y cobra un porcentaje por cada transacción España
volverá a ir bien, como decía ese prócer de la literatura al que llamaban
Aznar, que todo hay que aclararlo no es el rebuzno del asno, sino el apellido
de Gran Timonel de la España del PP.
Tras
lo cual, viviendo con industrias de prestado, uniendo el futuro de España a la
cría caballar y a la trazabilidad de los alimentos animales; con una nación que
no se va a romper en tres pedazos porque ya lo está (País Vasco y Cataluña son
energética, financiera, industrial y hasta fiscalmente independientes [Cataluña
todavía no del todo]. Tienen su educación y red sanitaria diferenciadas.
Disponen de sus redes de suministros de agua y alimentos independientes [allí
no existe la empresa española Mercasa sino sus propios mercados mayoristas])…
Todo ello unido a unos partidos que viven de negar las evidencias, sin otra
mira que la de mantenerse en el poder para seguir saqueando, nos lleva a pensar
que en este país de picaros y lazarillos no tiene otra salida que la de una
profunda regeneración democrática, que debe promoverse y realizarse por
personas, limpias y honestas, dispuestas a arrojar por el sumidero de la
historia a varios millares de los políticos actuales o esta nación no tiene
futuro.
Todo
lo cual me trae de nuevo a la mente las palabras de uno de los autores de la
Constitución de Pennsylvania de 1776. Escribió uno de los más lúcidos brothers
y venerables maestros del “siglo de las luces” en Estados Unidos: “La comunidad
tiene un derecho indudable, inalienable e inanulable para reformar, modificar o
abolir el gobierno en la manera que dicha comunidad considere mejor para el
bienestar público”.
Un asunto que, por supuesto, no se puede dejar en manos de los políticos en
activo ni realizarse dentro de los límites de la Constitución ya que nuestros
“padres de la patria” hicieron una Carta Magna a medida de sus intereses y para
amparar las fechorías de los suyos (sean muchas o pocas).
En
el caso de Rajoy no basta con “abolirlo”. Habría que mandarlo además a limpiar
las letrinas de Génova 13, de sus casi ancestrales inmundicias, para que entre
tanto otros más preparados que él puedan limpiar la sociedad española del resto
de sus cagadas. Y de las de Zapatero.