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jueves, 6 de febrero de 2014

ESTADO DE MALESTAR




Impactante y desgarradora carta al director, escrita por una tal Elisa Mollá Saval, de Valencia, y publicada hoy en 'EL PAIS', de la cual cito textualmente:

"Les escribo, queridos señores, para matar el hambre de madrugada. Sí. Tengo 41 años. Estoy en esa franja de edad invisible para ustedes. Por alguna oscura razón, a pesar de sus leyes, y Constituciones, sobrevivo gracias al arroz blanco, al amor materno y a la amistad. También por pequeños trabajos en eso que ustedes llaman “economía sumergida”.

A mí difícilmente me verán llorando por televisión porque no tengo hijos ni suficiente valentía para hacerlo. Pero sí tengo a veces hambre, insomnio y horror de pedir lo que, para mí, constituye un derecho sagrado en toda democracia que se precie: comida. Son ustedes poco dignos, caballeros. Cuando regresen a Europa para hablar de macroeconomía, piensen dos veces antes de decir que España ha hecho los deberes. Esta carta se escribe para engañar el estómago, recuérdenlo. Esta carta es el saldo pendiente de una ciudadana a la que se le está agotando el arroz y la paciencia. No sonrían tanto, queridos dignatarios, porque son los abuelos quienes apuntalan el país con sus pensiones y ayudan a que no se desplome; no son ustedes. Son indignos de una España llena de gente fuerte y agradecida a pesar del abandono y la corrupción. Con el hambre ya cargamos unos pocos. Tengan ustedes la decencia, al menos, de cargar con la vergüenza para hacernos el peso algo más llevadero."

Me temo que cartas de este tipo lo escribirían cualesquiera de los deprimidos, marginados y menospreciados millones de parados que tenemos en España, y que estamos pagando las consecuencias de la irresponsabilidad, la falta de decencia, de integridad, de honradez, de los valores del trabajo bien hecho, y del buen hacer con sentido común por parte de la casta política, cada vez más distante de los problemas del pueblo, y más pendiente de sus propios privilegios y de los de la casta funcionarial que tienen nómina vitalicia a costa de los contribuyentes.  ¿Os acordáis de aquella promesa de “más empleo” y “menos impuestos”, con la que se pudo obtener una cómoda mayoría absoluta para parar la sangría a la que Zapatero sometió a España?, ¿en qué ha quedado pues, ese compromiso con los votantes?. ¿Hay más empleo?, ¿han bajado los impuestos?, ¿se ha puesto la vida más justa y menos difícil?......, pues lo que hay son las consecuencias de las decisiones políticas, con lo cual los políticos (cómplices todos de ello, que no procuran para nada por el bienestar de los ciudadanos –salvo ellos mismos y los funcionarios-) son los principales culpables del estado de malestar en el que nos encontramos, y en el que aparentemente nadie está en condiciones adecuadas para arriesgarse a fundar una familia y tener hijos, tal como testimonia la autora de la carta, por citar un ejemplo.

Cabe decir, además, que con 41 años y sin hijos, se está en la franja de edad de los más excluidos a la hora de repartir las ayudas o subvenciones sociales, porque con menos de 30 años, se ofrecen descuentos en impuestos y cotizaciones a los empresarios, y con 55 años, si has trabajado por cuenta ajena cotizando lo suficiente ( no autónomo) y estás en paro, te subvencionan con 426 euros hasta llegar la edad de jubilación En fín, esa es la “justicia” del gobierno de Don Mariano: convertir a España en una auténtica sociedad de castas cada vez más diversificadas y empobrecidas las que no pertenecen a la clase política, al funcionariado, o a la oligarquía (que son las tres únicas castas privilegiadas en España, y tanto sostenidas como mantenidas por el resto de los ciudadanos).




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CARTAS AL DIRECTOR

Estado de malestar

Les escribo, queridos señores, para matar el hambre de madrugada. Sí. Tengo 41 años. Estoy en esa franja de edad invisible para ustedes. Por alguna oscura razón, a pesar de sus leyes, y Constituciones, sobrevivo gracias al arroz blanco, al amor materno y a la amistad. También por pequeños trabajos en eso que ustedes llaman “economía sumergida”.
A mí difícilmente me verán llorando por televisión porque no tengo hijos ni suficiente valentía para hacerlo. Pero sí tengo a veces hambre, insomnio y horror de pedir lo que, para mí, constituye un derecho sagrado en toda democracia que se precie: comida. Son ustedes poco dignos, caballeros. Cuando regresen a Europa para hablar de macroeconomía, piensen dos veces antes de decir que España ha hecho los deberes. Esta carta se escribe para engañar el estómago, recuérdenlo. Esta carta es el saldo pendiente de una ciudadana a la que se le está agotando el arroz y la paciencia. No sonrían tanto, queridos dignatarios, porque son los abuelos quienes apuntalan el país con sus pensiones y ayudan a que no se desplome; no son ustedes. Son indignos de una España llena de gente fuerte y agradecida a pesar del abandono y la corrupción. Con el hambre ya cargamos unos pocos. Tengan ustedes la decencia, al menos, de cargar con la vergüenza para hacernos el peso algo más llevadero.— Elisa Mollá Saval. Valencia.




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