El euro, 15 años después: de la ilusión al chasco.
Claro que quienes piensen que saliendo del euro iríamos
mejor, se equivocan completamente, ya que ocurriría como el caso argentino,
donde el peso perdía valor y todo el mundo deseaba en lo posible tener dólares
como moneda refugio y segura para todos los intercambios.
A decir verdad, como moneda común de varios países el euro
es cosa muy positiva para empresas y para la economía. Lo negativo del caso es
cuando la economía y por ende la actividad empresarial, se ve envuelta con
disparidad de intereses políticos, confirmándose que cuando se mezclan economía
y política nunca traen nada bueno, ya que el libre mercado capitalista, en
cuanto interviene la política, deja de ser "libre mercado", aunque a
lo sumo sobreviven con mayor o menor dificultad con los mismos principios de
siempre: leyes naturales de la oferta-demanda y de la competitividad entre
calidad y precios. Y no hay que olvidar que el sistema capitalista es vigente
en todas partes del mundo desde hace milenios, y lo seguirá siendo siempre, ya
que responde a una ley natural de intercambio que nadie puede legislar ni
modificar.
BALANCE DEL EURO: DE LA ILUSIÓN AL CHASCO EN SOLO 15 AÑOS
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ANIVERSARIO DE LA MONEDA ÚNICA
Balance del euro: de la ilusión al chasco en solo 15 años
- Entre 2008 y 2014 el PIB alemán ha crecido el 13,8% y el español ha caído el 5,2%
- La divisa europea aún proyecta una imagen frágil ocho años después del inicio de la crisis
El euro envejece mal. Solo lleva 15 años (desde el 1 de enero de 2002) en bolsillos y monederos y ya ha dejado de ser el esperanzador símbolo de la integración política del continente para convertirse en la unidad contable que divide a los socios de la Unión Monetaria en acreedores y deudores, dos categorías con intereses contrapuestos y, a veces, irreconciliables.
Esa brecha ha dañado al proyecto. Y, a pesar de sus logros, la moneda única enfila su mayoría de edad con tremendas dudas sobre su capacidad de adaptación y supervivencia en un escenario político tan cambiante y convulso como el de esta segunda década del siglo XXI.
El decreciente entusiasmo de la opinión pública por las estructuras supranacionales y la resistencia a ceder más soberanía ha dejado al euro en un peligro terreno de nadie, varado entre la fragilidad de una Unión Monetaria incompleta y el salto imposible hacia una Europa completamente federal.
Moneda que divide
La fosa abierta por la crisis entre los países del norte y los del sur alcanzó tal nivel en los momentos más agudos de la crisis que se llegó a hablar de escindir la zona euro en dos monedas, neuro y seuro, para cada uno de los grupos geográficos. La idea era tan peregrina como de escaso recorrido. Pero reflejaba una de las consecuencias políticas más graves de la Unión monetaria: el euro ha frenado e, incluso, revertido, la convergencia económica, que era una de las señas de identidad de la Unión Europea y uno de sus principales atractivos para los países que, como España, se sumaron al proyecto cuando ya estaba en marcha.
Entre 2008 y 2014, el PIB del corazón de la zona euro se ha disparado. Alemania ha crecido un 13,8%, Francia, un 6,8%, Holanda, 3,7, Bélgica, 13,2% y Luxemburgo, 31,3%, según datos de OpenMind, el proyecto de reflexión creado por BBVA. En España, en el mismo período, el PIB ha caído el 5,2%, en Portugal, el 3,2% y en Italia, el 1%. Grecia, caso excepcional, ha sufrido un desplome del 26%, caso inédito en todo el planeta salvo en países en guerra.
La crisis también ha revertido el proceso de integración de los mercados financieros. Los activos transfronterizos del sector bancario apenas llegan al 14% y la zona euro vuelve a tener, de facto, tantos mercados financieros como socios (19 en la actualidad). Empresas y hogares se financian en condiciones más o menos favorables en función de su país de residencia. Y el resquebrajamiento alcanza tal nivel que algunos reguladores, como el de Alemania, impiden a entidades financieras de otro país de la zona euro repatriar beneficios, para garantizar que las filiales en territorio alemán disponen de recursos suficientes en caso de crisis.
Buena arrancada
A pesar de sus dificultades actuales, el euro suma en su haber éxitos como la contención de la inflación (que se ha mantenido por debajo de la media histórica incluso de los países más rigurosos como Alemania), el abaratamiento del crédito(el BCE arrancó en 1999 con los tipos de interés al 3% y nunca ha pasado del 4,75%) o la desaparición del riesgo del tipo de cambio entre países europeos (que ahorra a las empresas unos 25.000 millones de euros al año, según datos del MEDE).
La transición de las antiguas monedas nacionales a la común también fue un éxito de organización en los 12 países que estrenaron el euro (Alemania, Francia, Italia, España, Benelux, Portugal, Austria, Grecia, Irlanda y Finlandia). A finales de 2001, en la recta final de los preparativos, 14 imprentas repartidas por la zona euro y una en Reino Unido trabajaban a tiempo completo, con tres turnos de operarios, incluso en los días de fiesta, para producir 33 millones de billetes al día o 1,4 millones de billetes por hora, según datos del Banco Central Europeo.
Pero los europeos tardaron poco en percatarse de que las consecuencias económicas de compartir una moneda eran mucho más duras que cualquier esfuerzo logístico para su introducción.
La divisa europea aún proyecta una imagen de fragilidad, ocho años después del comienzo de la crisis financiera
La gran decepción
El entusiasmo inicial por las nuevas monedas y billetes duró poco más que el frenesí de su producción. Los logros disfrutados durante los primeros años, hasta 2006, se han visto empañados por una crisis que para algunos socios ha supuesto una década pérdida en términos de riqueza, empleo y bienestar.
La zona euro lleva ocho años sumida en crisis consecutivas, primero financiera, luego de deuda y ahora política y de identidad. Desde que se puso en circulación la moneda única, cuatro socios (Grecia, Irlanda, Portugal y Chipre) han tenido que ser rescatados con ayuda del Fondo Monetario Internacional, que no pisaba Europa desde hacía décadas. El corralito, una restricción monetaria asociada a países más pobres, se ha impuesto en Chipre y Grecia, donde todavía sigue en vigor. Y a esos aires bananeros se suman las plusmarcas en tasa de paro sufridas tras la introducción del euro.
En los momentos más duros de la crisis, incluso se puso en duda la convivencia entre el euro y la democracia. Italia y Grecia acabaron con gobiernos tecnócratas con escasa legitimidad frente a las urnas. Y tanto en Francia como Holanda, los euroescépticos aspiran a llegar al poder en 2017, una posibilidad que renueva la incertidumbre sobre el futuro de la moneda única.
Pocos avances
“Cómo es posible que ocho años después de la crisis sigamos hablando del riesgo de colapso de la zona euro cada vez que se toma alguna decisión política en uno de nuestros Estados miembros”, se desesperaba el alemán Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, en su última cumbre europea (15 de diciembre) antes de volver a su país con la esperanza de liderar a los socialistas en las elecciones del año que viene.
La imagen de fragilidad que proyecta el euro, como apuntaba Schulz en su despedida, emana de las dudas en torno a la voluntad política para apuntalar un proyecto que evitó el naufragio entre 2010 y 2012, pero que no ha logrado afianzarse ni llevar a cabo casi ninguna de las tareas pendientes.
La actual legislatura europea (2014-2019) parecía el momento ideal para el gran salto, una vez superada la fase más aguda de la crisis y con gobiernos en Alemania (Angela Merkel) y en Francia (François Hollande) recién elegidos. Pero el eje Berlín-París se ha roto, con cada capital al frente de uno de los grupos en que se ha escindido la zona euro: los acreedores del norte y los deudores del sur. Esa fricción, teñida de desconfianza, ha ralentizado o paralizado las grandes reformas pendientes.
La unión bancaria sigue incompleta, a falta de un fondo común de garantía de depósitos. La creación de un Tesoro, de un ministro de finanzas o de un seguro común de desempleo se aplazan sine die, con pocas perspectivas de salir adelante si durante 2017 si se confirman los avances de las fuerzas euroescépticas que anticipan los sondeos en Holanda, Francia, Alemania e Italia.
Supervivencia
Analistas e historiadores discutirán por muchos años si la debacle económica vivida en Europa puede achacarse total o parcialmente al euro. O si la moneda única ha sido un factor más en el vendaval económico que azota el planeta.
A falta de una conclusión definitiva, de momento parece haber unanimidad en que la precaria estructura de la zona euro (con un BCE maniatado por los Tratados) y sus débiles cimientos (sin unidad fiscal ni posibilidad de trasvases presupuestarios) han contribuido a agravar unos problemas que los países europeos con moneda propia, como Reino Unido, o de fuera de la UE, como EE UU, superaron con mucha más rapidez.
En la zona euro, siete años después del comienzo de la crisis y tras destinar casi dos billones de euros de dinero público a mantener en pie el sector financiero, siguen de actualidad los rescates bancarios (esta misma semana en Italia). Y el pleno empleo en países como Alemania convive con el paro o la deflación en los países más endeudados.
Bruselas ha respondido con una miríada de normas y controles, tan engorrosos como poco efectivos, mientras crecimiento e inversión siguen sin recuperarse del todo. Peter Hall, catedrático de la Universidad de Harvard y de la London School of Economics, apunta a una salida diferente para garantizar la supervivencia de la moneda única .“La suerte del euro depende en cierta medida de la prosperidad futura de la Europa meridional”, vaticina Hall en un reciente ensayo publicado por Open Mind.
Los hitos desde Maastricht
1992 Tratado de Maastricht
Es uno de los tratados fundacionales de la Unión Europea y la base para el proyecto de unión monetaria. Establece el euro como moneda común y marca dos claros límites a sus futuros miembros: que el déficit no supere el 3% del PIB ni la deuda el 60% de la riqueza del país.
1997 El Pacto de Estabilidad
Nace el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que fija la vigilancia del cumplimiento de los límites del Tratado de Maastricht. Es la base de las revisiones presupuestarias y las recomendaciones en materia fiscal a los países miembros.
1998 Nace el BCE
En una turbulenta cumbre europea del mes de mayo nace el BCE y se nombra a su primer presidente, el holandés Wim Duisenberg, representante del ala germana, aunque Francia logra un acuerdo tácito para sustituirle antes del final de su mandato por Jean-Claude Trichet (que asumirá la presidencia en 2003). En 1998 también se fijó el tipo de cambio fijo de las monedas que desaparecerán con el euro. 1 euro: 166,386 pesetas.
1999 Once países adoptan el euro
El 1 de enero de este año nace el euro como unidad monetaria en once países: Bélgica, Alemania, Irlanda, España, Francia, Italia, Luxemburgo, Holanda, Austria, Portugal y Finlandia. Dos años después se incorpora Grecia, cuya candidatura había sido rechazada inicialmente. Su ingreso provocará una década después una profunda crisis cuyas consecuencias aún perduran hoy.
2002 El euro en la calle
El 1 de enero se inicia la puesta en circulación del euro, que se convirtió en la nueva moneda de más de 300 millones de ciudadanos en 12 países.
2003 Alemania y Francia rompen el pacto
Los ministros de finanzas de la UE rechazan la recomendación de la Comisión Europea de sancionar a Francia y Alemania por vulnerar el Pacto de Estabilidad, lo que supone la suspensión temporal de esa norma.
2004 Europa se unifica
La UE lleva a cabo una ampliación sin precedentes para integrar de golpe a 10 países, entre ellos gran parte del antiguo bloque soviético. Ingresan Polonia, Hungría, República Checa, Eslavonia, Eslavonia Estonia, Letonia, Lituania, Chipre y Malta. Tres años después, se incorporan Rumanía y_Bulgaria.
2007 La gran crisis
Eslovenia adopta el euro. Comienza en EE UU la crisis de las hipotecas basura que cruzará el Atlántico y desencadenará en Europa la gran crisis que a punto estuvo de reventar el euro entre 2010 y 2012. Ese año, la UE firma también el Tratado de Lisboa, la versión limitada de la frustrada Constitución Europea (abortada por los referéndum de 2005 en Francia y Holanda).
2010 Surge la troika
La crisis financiera de 2007 muta en crisis de deuda soberana y pone al borde de la quiebra a varios países de la zona euro. Grecia es el primer país que pide un rescate, de 110.000 millones de euros, cuya gestión se confía a la llamada troika, formada por la Comisión Europea, el BCE y el Fondo Monetario Internacional. El mismo año cae Irlanda, que precisa un rescate de 85.000. Y en 2011, Portugal, con un rescate de 78.000 millones.
2012 Draghi salva el euro
Año de alto voltaje en la zona euro, que llega a temer por su proyecto. Grecia recibe un segundo rescate de 130.000 millones, que incluye una quita a bonistas privados, España solicita ayudas para la banca por 100.000 millones. El presidente del BCE, Mario Draghi, calma al mercado al asegurar que hará todo lo posible por proteger el euro.
2014 El fin de la troika
España y Portugal salen de situación de rescate, algo que Irlanda logró en 2013. La troika entra en fase terminal, con el BCE deseoso de salirse, el FMI, sin poner dinero, y el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) asumiendo un papel central.
2015 Grexit a la vista
La situación griega se agrava tras la llegada al poder del primer ministro Alexis Tsipras (Syriza). La tensión alcanza tal nivel que la expulsión de Grecia de la zona euro llega a figurar en el borrador de un documento del Eurogrupo. El ‘grexit’ se evita in extremis con un tercer rescate de 86.000 millones de euros.
2016 El reto del brexit
El 23 de junio, Reino Unido celebró un referéndum que dio la victoria a los partidiarios de abandonar la Unión Europea. La primera escisión de la historia del club sacudió los mercados y abre un período de incertidumbre en la relación entre Bruselas y Londres. La gran incógnita estriba en si la capital británica seguirá siendo o no el mayor centro financiero de la zona euro.
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