Interesante
y curioso artículo sobre la negritud, escrito por un periodista y escritor de
raza negra y africano ( Rosnert Ludovic Alissoutin ) . Se agradece un artículo que cuenta verdades, sin
manipulaciones, tabúes ni prejuicios. El autor, que defiende la crítica constructiva, tal como lo ve, lo siente y
lo describe:
Es terrible
y chocante, pero hay que decirlo: ¡La África negra es sucia!
Numerosas capitales africanas se ha erigido en paradigmas de
la mugre en putrefacción y de los olores pestilenciales, testigos de una
insalubridad cultural. La suciedad triunfa alegremente en todas partes: en el
corazón de los hogares, en los restaurantes, en las calles, en los alrededores
de los lugares de culto, etc. Es alucinante ver cómo los africanos van por la
vida despreocupados entre charcos de agua nauseabunda o montones de porquería.
Es verdad que se encuentran localidades en donde las poblaciones, con o sin la
ayuda del Estado, tratan de adecentar el entorno en donde viven, pero por regla
general, la insalubridad predomina.
Es imposible poner limpieza ahí donde los hombres no son
organizados ni disciplinados. En ciudades como Conakry, Freetown, Jartum,
Kinshasa, Monrovia…, viviendas espontáneas desafían todas las normas más
elementales de salubridad y de seguridad, bajo la mirada indolente de las
autoridades. En otras, como Abuja, Cotonou, Uagadugú…, los restaurantes
espontáneos en la vía pública y la proliferación de los mototaxis zumbadores
constituyen un desbarajuste rutinario.
En algunos países las autoridades se dedican a levantar
monumentos para epatar a los electores antes que a restablecer el orden público
cuya salubridad pública es un componente esencial. En Dakar se están
construyendo los más hermosos paseos marítimos del continente, mientras que a
pocos metros de allí se extiende barrios como la Medina, templo de los olores
insoportables donde las aguas insalubres estancadas son onmipresentes incluso
en la estación seca, o el barrio Reusbeuss, sede de un caos soberano.
La suciedad de entorno es una señal de la conducta de los
hombres que ahí viven. Más allá de la deficiencia de los servicios de recogida
de basuras, es reveladora de la indisciplina, del incivismo y del desenfado de
las poblaciones. Los gobernantes de los países sucios no tienen tiempo
suficiente para enfrentar el problema, ya que ellos también están
voluntariamente embarrados en una insalubridad política caracterizada por la
rapacidad financiera, la eliminación de los opositores, las matanzas pueriles
por un pedazo de poder, la gestión familiar del poder del Estado.
Esta suciedad se exporta alegremente fuera de las fronteras
de África. En Francia, por ejemplo, los africanos han convertido los barrio de
Barbès y Château Rouge (Paris) en campamentos africanos donde reinan la
cacofonía y la confusión a lo largo de las calles comerciales. En los suburbios
parisinos, bloques horriblemente deteriorados son tomados por asalto por
africanos que duermen como sardinas en habitaciones minúsculas. La pobreza sin
duda es un factor explicativo pero no es recibo como hecho justificativo. Si el
alboroto y la pestilencia persisten en los medios africanos, es menos por la
pobreza que por el rechazo del orden. Es perfectamente posible ser pobre y
permanecer limpio y digno.
Si queremos contribuir sinceramente al desarrollo de África,
estas son unas verdades que hay que atreverse a desvelar. No hay ninguna
vergüenza en reconocer sus taras cuando se propone combatirlas. La crítica es
sublime cuando es constructiva.
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