El famoso sociólogo español Don Amando de Miguel (que fue el discípulo
predilecto de Manuel Fraga, cuando el viejo líder de la derecha española era
profesor ), nos cuenta qué haría él en caso de ser el Rey de España.
En resumen, nos dice que tras
proponer investir a unos y otros, si no hubiera manera de conseguir un gobierno
estable y decente como se merecen los españoles, pues se iría a Cartagena para
exiliarse (como ya lo hicieron don Alfonso XIII de Borbón y don Amadeo I de Saboya) en
busca de la tranquilidad y dando por el culo a los españoles que no saben hacer
otra cosa que pelearse entre sí:
SI YO FUERA EL REY
Si yo fuera el
Rey (Dios no lo quiera) tendría toda la información necesaria para cumplir mi
deber constitucional de contribuir a la formación de un Gobierno estable.
Sintiéndolo mucho, no podría proponer al Congreso la
candidatura de Rajoy, el actual presidente del Gobierno en funciones. El hombre
tiene más votos que los demás partidos, pero solo los suyos. Es decir, nadie más le
va a dar apoyo. En cuyo
caso su Gobierno sería perfectamente inestable. Por extrañas razones que no son
del caso, Rajoy suscita rechazos profundos, odios viscerales. Le perjudica
mucho su rastro de casos de corrupción. Su investidura sería más bien un
espectáculo de embestida.
Tampoco
debería proponer la candidatura de Sánchez, pues acarrea menos votos que Rajoy.
Bien es verdad que le apoyan muchos partidos, pero o bien son separatistas o
pretenden una locura revolucionaria. Su principal aliado sería Podemos, una
partida que recibe dineros de regímenes totalitarios, como Venezuela o Irán. La
conjunción de separatismo y extremismo revolucionario llevaría automáticamente
a una República, por definición, el fin de la Monarquía y de la actual
Constitución. El odio de Sánchez a Rajoy hace que ni siquiera se digne hablar
con el actual presidente del Gobierno en funciones. A los socialistas
también les persigue la sombra de la corrupción.
No
me quedaría más que una tercera salida: proponer la candidatura de Rivera. Es
el único que puede hablar con Rajoy y con Sánchez. Seguramente podría componer
una especie de Gobierno de concentración nacional, con elementos del PP y del
PSOE, que contuviera el ímpetu de los separatistas. Sería capaz de asimilar
algunas de las reformas propuestas por el PSOE y de seguir adelante con la política económica
del PP para rematar la salida de la crisis económica. Incorporaría el
grueso de las propuestas de C´s para luchar contra la corrupción y regenerar la
vida política. Sería una opción que estaría bien vista por la Unión Europea.
Tampoco es que esta salida fuera del todo estable, pero se podría acordar que
preparara una reforma de la ley electoral y prometiera unas nuevas elecciones
generales en un plazo razonable.
Si
no se lograra ninguna de las tres salidas precedentes, no cabría más opción que
convocar unas nuevas elecciones con la misma ley electoral. Supondrían un
desgaste profundo, la ira del electorado y, al final, unos resultados no muy
alejados de los actuales. Esto es, el problema se alargaría en el tiempo, lo que
supone enconarse y ser todavía más gravoso.
Cabe
pensar en una última solución in extremis: proponer
al Congreso la candidatura de una personalidad independiente. Pero no parece un
espécimen que abunde en España. Es una opción poco práctica.
Cualquier
solución que se adopte debe ser rápida. Llevamos muchos meses sin un Gobierno
efectivo, entretenidos como estamos los españoles con campañas electorales
dilatadísimas, conciliábulos postelectorales y demás enredos. Si esto no se
arregla en breve, me embarco en Cartagena como hizo mi bisabuelo en horas
aciagas, y ahí se las compongan ustedes, mis queridos súbditos.
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