miércoles, 20 de marzo de 2013

RAJOY, DE SER INCAPAZ DE GOBERNAR SUS ESFÍNTERES A NO PODER GOBERNAR UN PAÍS




Interesante artículo de José Díaz Herrera, exponiendo la incompetencia e ineptitud de Mariano Rajoy como presidente del gobierno, así como sus abusos y despilfarros; y una radiografía de la tragedia de España corrompida por obra y gracia de su casta política:

RAJOY, DE SER INCAPAZ DE GOBERNAR SUS ESFÍNTERES A NO PODER GOBERNAR UN PAÍS
por José Díaz Herrera:


Dice Mariano Rajoy el simple que él gana poco dinero, unos 300.000 euros al año entre los que trajina del Partido Popular y lo que acarrea del Estado, por desgobernar el país y colocar a miles de españoles al borde del suicidio.
Eso es lo que se deduce de sus declaraciones de renta y patrimonio y no del dinero B que debe recibir tanto de su formación política como del Gobierno donde, al margen de los papeles de Barcenas, unos cuantos que vivimos del oficio de escribir sabemos perfectamente, que desde los tiempos inmemoriales cada fin de año en el Gobierno y en todos los ministerios se reparten “bufandas” y no precisamente de lana de cabra de Cashmere.
Lo importante aquí no es, sin embargo, la “miseria” que cobra el Presidente sino lo que nos cuesta tener un incapacitado para la política en La Moncloa. Porque ese individuo con tantas luces que se atreve a presumir de saber ganarse la vida fuera del Ejecutivo y oculta que necesita más de 500 asesores para simular que gobierna; que tiene la desfachatez y la altanería de asegurar que pierde dinero y que se sacrifica por todos nosotros, (cuando los españoles son conscientes que PP, PSOE, CiU y PNV son cuatro cuevas de ladrones), debería sacar a relucir también lo enormes gastos que supone tenerle a él, a Viri y a sus hijos en La Moncloa, que eso no es precisamente el chocolate del loro.
Porque, dejando al margen las prebendas del poder (más de 30 coches gratis, helicópteros gratis, aviones gratis tanto para viajar a Bruselas a escuchar y a decir si, si, si con la cabeza como para irse de vacaciones o a actos del partido, ese señor que come en Cáritas ni cena todas las noches en la Hermandad de Jesús el Pobre, dispone de los 500 asesores ya aludidos, de una docena de cocineros, otra de camareros, de una legión de secretarias, de correveidiles, celestinos, y alcahuetes para controlar a todos y cada uno de sus ministros, secretarios de Estado y hasta directores generales; de otra legión de recaderos y cuentistas para conectarle con la banca y las grandes corporaciones, de varios sacamantecas, un médico, de un barbero, un experto en manicura y hasta de un cura.
Y de otras legiones aún mayores y más inútiles. Porque sólo para evitar que algún ciudadano cabreado, de los muchos que hay al borde del suicidio, decida implantar la justicia medieval y le pegue dos tiros en la rabadilla, por delante y por detrás, el Palacio de la Moncloa está custodiado por más 500 guardia civiles; rodeado desde un kilómetro a la redonda antes de acercarse por centenares de funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía y de la policía secreta, que a su vez hacen de avanzadilla cuando se desplaza a alguna parte, controlan todos los itinerarios por cámaras de televisión desde el bunker del palacio presidencia y le acompañan hasta a mear en todas partes.
Un despliegue tan descomunal como innecesario. Porque, ¿Quién por muy chiflado que esté va a matar a Mariano Rajoy y a librarnos del tipo más inútil de la historia de España? Ni siquiera Antonio Tejero Molina se hubiera atrevido a ello en los tiempos en que Rodolfo Martín Villa mandó colocar la ikurriña en el País Vasco un día después de negar tres veces que la autorizaría y, presa de la natural indignación, el militar subió al ayuntamiento de San Sebastián y a punta de pistola obligó a su alcalde a “arrancar aquel trapo” y a colocar la enseña nacional, que ese fue el precedente del 23-F junto con lo que se inventó José Luis Cortina Prieto, tras ver 16 veces al Rey en febrero de 1981, y por eso todo fue una chapuza. Rajoy, y concluyó ya con este razonamiento, gana “poco” pero, céntimo arriba céntimo abajo, nos cuesta más de 250 millones de euros al año.
La verdad es que sí se comparan sus ingresos con los de Barak Obama (algo más de 800.000 dólares anuales) o los del presidente ruso Vladimir Putin (750.000) Rajoy gana una “miseria”. Pero Putin está dirigiendo el país más grande de la tierra en extensión, el que más rico en recursos fósiles y naturales y Obama es el amo del mayor imperio del planeta, el tipo de color que más ha mandado en la historia de la humanidad.
Lo cierto es que sumados los sueldos “legales” de los tres mandatarios más grandes del mundo (Rajoy lo es, no hay más que verlo) no llegan a lo que percibe el presidente o los consejeros ejecutivos de un banco mediano español. De ahí que si trabajaran en el sector privado y ganaran esas sumas tanto Putin, Obama o Rajoy serían tratados como unos pobres desgraciados.
Si, en cambio, se cotejan sus salarios con los servicios que prestan a sus respectivas sociedades habría que deducir todo lo contrario. Los tres junto François Holande y David Cameron, por ampliar un poco más la lista, están recibiendo unos salarios que no se merecen.
Es más, yo diría que Rajoy el simple, un tipo que no habla más lengua que español con retranca gallega, que todo lo que hizo en la vida fue llegar a Registrador de la Propiedad, para vivir sin trabajar ni tener que arriesgarse a competir en una sociedad abierta, debería ser el que pagara para estar ahí, para ocupar un puesto para el que no está capacitado, para el que, según revelan los hechos, es un completo incompetente.
Porque el problema de nuestra sociedad es que salvo en China con Ju Jintao y Xi Jinping, cortado de la misma madera, y en Alemania con Ángela Merkel el planeta está huérfano de políticos de talla, de estadistas que trasciendan los límites de la historia, de hombres con visión del mundo y de la globalización, de la sociedad y del Estado, de personajes como Winston Churchill, Margaret Thatcher, Konrad Adenauer, Charles De Gaulle, Alcides De Gasperi, Franklin D. Roosevelt, Dwight David Eisenhower, los malogrados John F. Kennedy y Aldo Moro que fueron capaces de sacar al mundo de la miseria en que lo hundió el mayor cataclismo provocado por el hombre, firmar un pacto para poner fin a las guerras en el continente Europeo y trajeron la felicidad y el bienestar a sus pueblos, que debería ser en cualquier circunstancia el programa máximo de todo buen gobernante.
Lee Iaccoca, presidente de la Chrysler, el último gran presidente de la mayor multinacional del automóvil americano, lo gritaba hace unos años en uno de sus libros no traducido al español “¿Dónde están nuestros políticos?”. ¿Cómo es posible que el planeta esté en manos de la gente más incapacitada, inculta e inexperta del siglo? ¿Cómo puede tolerarse que unos inútiles (como Zapatero o Rajoy, eso lo digo yo) se dediquen a subvencionar a millones de personas, a dilapidar el dinero en obras faraónicas en lugar de dar paso a la iniciativa privada, que es el único sector en el mundo que crea riqueza y empleo?
Aunque empezó como botones en la Ford hace muchos años, cuando a finales de los años setenta entró en la Chrysler como ejecutivo (antes había fabricado con la Ford el Mustang, el coche más vendido del mundo), Iaccoca que si es un líder de nuestro tiempo aunque ya jubilado, cogió una compañía en bancarrota, con 160 millones de dólares en perdidas semestrales, pagó todas las deudas en menos de cinco años y la colocó en el nivel más alto del ranking del automóvil gracias a sus alianzas con Mitsubishi, AMC, Maserati y Lamborghini, comprando las dos últimas
“Gobernar una empresa o un país no es más que motivar a millones de personas para que se afanen en una tarea común”, escribió. El grito de este personaje de ascendencia italiana, como puede comprobarse por su apellido, reproducido en más de 8 millones de libros, ha servido de muy poco. Nadie, ni un solo político, le ha hecho puñetero caso.
En el caso español, en relación con Mariano Rajoy todavía recuerdo unas palabras que me dijo Francisco Álvarez Cascos en las semanas previas a que se formara el Gobierno de José María Aznar de 1996. “El presidente es una tumba, no ha dicho nada a nadie y el nerviosismo cunde en Génova. El que peor lo lleva es Rajoy que no para de preguntar “a ti te ha dicho algo”, “ya ha hablado con alguien”, “sabes si le ha dicho algo del futuro Gobierno a Pujol”, “¿te has enterado de qué hay de lo mío?”. Y todo eso ocurría entre visita y visita cada media hora al retrete que llevaba casi un mes con una gastroenteritis crónica, temiendo que no le cayera alguna cartera”.
Habrá gente que trate de desmentir esta frase pero resulta que la tengo publicada y atribuida a su autor en 1999 y no está desmentida. De donde se deducen algunas cuestiones. ¿Puede gobernar un país un tipo que está más preocupado por ser ministro que por defender el interés general de los españoles? ¿Puede tomar decisiones que traigan la “seguridad y la felicidad al pueblo”, como escribieron los autores de la Constitución de Pennsylvania de 1776, un sujeto más pendiente de colmar sus ambiciones personales que del bienestar de sus conciudadanos?
¿Puede ser el presidente de un país un señor que padeció dos meses de diarrea crónica, o dicho de otra manera, “que estaba a punto de cagarse los pantalones” a la vez que bebía toneladas de agua de tila (por no decir otra cosa) por que temía quedarse fuera de un Gobierno? ¿Cómo va a motivar Rajoy a las masas cuando no está seguro de si mismo, vive en un sin vivir en si y tiene los nervios agarrados al estómago jugándole malas pasadas? ¿Cómo puede gobernar un país un señor que ha demostrado su incapacidad para gobernar su estómago y sus esfínteres?
La gente tal vez no sea consciente de que ese es el problema más grave de las sociedades occidentales pero si se sabe perfectamente en los bancos y en las grandes corporaciones, cuyos dirigentes no paran de contarte que no pueden crear más riqueza ni fomentar el crédito porque no se fían de unos políticos cortos de mira, inútiles e incapaces de ver más allá de la punta de sus zapatos.
Como dijeron Abraham Lincoln, John Adams, James Madison George Mason, Thomas Jefferson y otros padres fundadores de la gran nación americana a mediados del siglo XVIII “el gobierno se instituye o debiera instituirse para el beneficio común, para la protección, la felicidad y la seguridad del pueblo, nación o comunidad, y no para la ventaja o beneficio de un solo hombre, familia o clase de hombres, que sean sólo una parte de la comunidad”.
Todo lo contrario, sin duda, a lo que ha hecho Rajoy. En apenas un año ha acabado el solito con la clase media, ha reducido la pirámide de rentas en varios puntos, colocando al 40 por ciento de los españoles en salarios por debajo de los 12.000 Euros (y a otro 18 por ciento entre los 12 y 18.000); ha entregado al país a las cajas de ahorro (quebradas), a los bancos, a las corporaciones y a su clan de amiguetes y de golfos, olvidándose de que su gestión va a servir de muy poco: los fondos de inversión norteamericanos que sostienen en la Bolsa a bancos y grandes corporaciones (cuya deuda es de 1.4 billones de Euros) cuestionaron en abril de 2012 la gestión del presidente de uno de los mayores bancos de España y de nuestra mayor multinacional (solo por poner dos ejemplos, que los hay a patadas) al frente de sus respectivas entidades y en 2013 volverán a amenazar con tomar el control de éstas si no aumenta el dividendo, que parece claro que Paco González y Emilio Botín no lo van a aumentar.
Rajoy es, además, y eso nadie puede discutirlo, al margen de la herencia recibida, el individuo que ha roto la felicidad a millones de españoles, el que ha borrado la ilusión y la sonrisa de los labios a centenares de miles de niños muchos de los cuales van al colegio no sólo para estudiar sino para comer; el sujeto que ha destrozado la vejez y la tranquilidad a 8 millones de jubilados, y el que con sus catastróficas leyes ha traído la desgracia del paro a un millón más de familias. Su labor de Gobierno ha sido sumar miseria a la miseria, desgracia donde ya había infortunio. Y sin ser un alquimista ni un experto en Mecánica Cuántica acaba de inventar la reversibilidad del tiempo y ha hecho retroceder a España al periodo de los años cincuenta, a la etapa previa al Plan de Estabilización y al desarrollismo. Y si le dejan puede que hasta imponga las cartillas de racionamiento.
No es nada descabellado: la España que ocupaba un lugar entre los países desarrollados en los años setenta es hoy un país arruinado por los políticos y sus adláteres en las instituciones. De modo y manera que, aunque nadie lo cuente, desde que se destruyó la industria pesada, los astilleros y el textil y se vendieron el resto de las empresas a los inversores extranjeros en este país se vive de prestado. Hasta tal punto que las 13 compañías automovilísticas a las que se les están regalando la energía eléctrica para que no se vayan son todas extranjeras. Aunque se encuentra un 25,3 por debajo de la media de la UE, el coste de la mano de obra en España, según OCDE, era de 20’6 Euros/hora en 2011; en Portugal de 12,1, Letonia y Lituania 5 Euros, Rumania de 4,2 Euros y Bulgaria 3,5. ¿Alguien duda de que este sector, el del automóvil citado, que año tras año pierde cuota de mercado y dinero en España, que es hoy la columna vertebral del país, que se ha instalado aquí de prestado, no se vaya a largar? Tampoco se iba a marchar, según el Gobierno, la Corporación Mondragón, el sexto grupo industrial de España. Y ahora mismo son los dueños de uno de los mayores polígonos industriales de Shangai a donde se han llevado todo el sector de la industria del automóvil y donde acaban de inaugurar la cadena de fabricación de rodamientos para automóviles más grande del mundo, la más moderna y robotizada del planeta para que dentro de poco compremos coches chinos por cinco mil euros.
Con seis millones de parados, con una reforma laboral que solo sirve para destruir empleo en el sector privado, mientras no se toca un pelo a nadie en el público (hay 346.323 empleados que no son ni funcionarios ni contratados sino enchufados de las distintas administraciones); con 17 administraciones autonómicas que son otras tantas naciones donde se hablan hasta cinco lenguas distintas, sin un solo sector de la economía sano, que puede servir de motor de para salir de la crisis, España está más cerca del desmoronamiento del imperio Austro-Húngaro, donde había hasta 17 lenguas (que no otras tantas formas diferentes de cunnilingus), que de un país del siglo XXI
Con 4.000 empresas publicas que pierden 30.000 millones de Euros al año; el diez por ciento de ellas (la Sepi) presididas por Ramón Aguirre, un ex botones de Banco Exterior de España que precisamente no es Lee Iacocca, España constituye hoy un largo túnel donde el tiempo y el espacio se han detenido y donde no se atisba el menor resquicio de luz.
Un país en el que en Hunosa, una de las empresas de la Sepi se roban 200.000 kilos de carbón de la reserva estratégica de Asturias, donde según el Tribunal de Cuentas desaparecen 500 millones de Euros, que supuestamente han ido a los mineros (el 30 por ciento nacidos en Cabo Verde) y Rajoy ordena mirar para otro lado no es un estado serio. Es la cueva de Ali Baba.
Un país, en el que Aznar ordenó entregar casi 4.000 millones en subvenciones a la empresa naval Izar y sólo se ha recuperado algo más de la mitad; en la que hay 700 ingenieros de montes del antiguo IRYDA trabajando en una empresa, Tagsa, y cobrando más de 100.000 euros al año con una sola meta: ser bomberos en verano y el resto del año dedicarse a investigar la trazabilidad de los alimentos de los animales sin que se sepa todavía si hay descubierto el origen de la gripe aviar o el mal de las vacas locas, no es serio. Y eso sin contar el dinero que se roba a manos llenas en Ineco, Adif, Navantia, Aena y otro medio centenar más de empresas, feudos de poderosos clanes de ingenieros, que han convertido su parcela pública en patio de Monipodio y en su Sierra Morena particular.
Un país donde Ramón Aguirre fue nombrado presidente de la Sepi para cerrarla (al igual que el resto de las 3.500 empresas de las autonomías), pero a los diez minutos recibió la contraorden del Gobierno de no tocar nada porque la Sociedad Española de Participaciones Industriales iba a ser el cementerio de todos aquellos dirigentes del PP que se enfrentaron a Rajoy en 2008; el lugar donde colocar al hermano del ministro de Agricultura y a otras trescientas personas más con sueldos de banqueros de los años 80. El país de donde había que sacar el dinero negro para completar el sueldo al presidente de la agencia EFE, José Antonio Vera que, el pobre ganaba más en las tertulias; para dar una propina a todos los subsecretarios y secretarios de Estado de Rajoy, salvo a alguno despistado que aún no sabe donde hay que tener un despacho que no se utiliza nunca para poder tener una “bufanda” de la “chatarrería” del Gobierno.
Un país que, entre otros miles de disparates, sueña con reactivar el Hipódromo de La Zarzuela, comprando mil caballos de carreras por unos cuantos millones de Euros, entre ellos varios ejemplares del Aga Khan. Y que ha colocado al frente de esta colosal empresa, que va a ser el buque insignia del desarrollo español a Faina Zurita Ussía, sobrina de Zurita y sobrina de Gaitanes, cuyo único curriculum público, salvo que haya aprendido a montar en privado o a la luz de la luna, es que ha sido jefa de prensa y solamente jefa de prensa en varias empresas de medio pelo.
De donde se deduce que si Ramón Aguirre es capaz de incentivar a la vieja y rancia aristocracia para recuperar la vieja y ancestral costumbre de pasar las mañanas de sábados y domingos en sus instalaciones y, de paso, vender sus fincas y hacer los negocios de siempre y cobra un porcentaje por cada transacción España volverá a ir bien, como decía ese prócer de la literatura al que llamaban Aznar, que todo hay que aclararlo no es el rebuzno del asno, sino el apellido de Gran Timonel de la España del PP.
Tras lo cual, viviendo con industrias de prestado, uniendo el futuro de España a la cría caballar y a la trazabilidad de los alimentos animales; con una nación que no se va a romper en tres pedazos porque ya lo está (País Vasco y Cataluña son energética, financiera, industrial y hasta fiscalmente independientes [Cataluña todavía no del todo]. Tienen su educación y red sanitaria diferenciadas. Disponen de sus redes de suministros de agua y alimentos independientes [allí no existe la empresa española Mercasa sino sus propios mercados mayoristas])… Todo ello unido a unos partidos que viven de negar las evidencias, sin otra mira que la de mantenerse en el poder para seguir saqueando, nos lleva a pensar que en este país de picaros y lazarillos no tiene otra salida que la de una profunda regeneración democrática, que debe promoverse y realizarse por personas, limpias y honestas, dispuestas a arrojar por el sumidero de la historia a varios millares de los políticos actuales o esta nación no tiene futuro.
Todo lo cual me trae de nuevo a la mente las palabras de uno de los autores de la Constitución de Pennsylvania de 1776. Escribió uno de los más lúcidos brothers y venerables maestros del “siglo de las luces” en Estados Unidos: “La comunidad tiene un derecho indudable, inalienable e inanulable para reformar, modificar o abolir el gobierno en la manera que dicha comunidad considere mejor para el bienestar público”.
Un asunto que, por supuesto, no se puede dejar en manos de los políticos en activo ni realizarse dentro de los límites de la Constitución ya que nuestros “padres de la patria” hicieron una Carta Magna a medida de sus intereses y para amparar las fechorías de los suyos (sean muchas o pocas).
En el caso de Rajoy no basta con “abolirlo”. Habría que mandarlo además a limpiar las letrinas de Génova 13, de sus casi ancestrales inmundicias, para que entre tanto otros más preparados que él puedan limpiar la sociedad española del resto de sus cagadas. Y de las de Zapatero.

RAJOY, DE SER INCAPAZ DE GOBERNAR SUS ESFÍNTERES A NO PODER GOBERNAR UN PAÍS



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Rajoy, de ser incapaz de gobernar sus esfínteres a no poder gobernar un país



José Díaz Herrera.- Dice Mariano Rajoy el simple que él gana poco dinero, unos 300.000 euros al año entre los que trajina del Partido Popular y lo que acarrea del Estado, por desgobernar el país y colocar a miles de españoles al borde del suicidio.
Eso es lo que se deduce de sus declaraciones de renta y patrimonio y no del dinero B que debe recibir tanto de su formación política como del Gobierno donde, al margen de los papeles de Barcenas, unos cuantos que vivimos del oficio de escribir sabemos perfectamente, que desde los tiempos inmemoriales cada fin de año en el Gobierno y en todos los ministerios se reparten “bufandas” y no precisamente de lana de cabra de Cashmere.
Lo importante aquí no es, sin embargo, la “miseria” que cobra el Presidente sino lo que nos cuesta tener un incapacitado para la política en La Moncloa. Porque ese individuo con tantas luces que se atreve a presumir de saber ganarse la vida fuera del Ejecutivo y oculta que necesita más de 500 asesores para simular que gobierna; que tiene la desfachatez y la altanería de asegurar que pierde dinero y que se sacrifica por todos nosotros, (cuando los españoles son conscientes que PP, PSOE, CiU y PNV son cuatro cuevas de ladrones), debería sacar a relucir también lo enormes gastos que supone tenerle a él, a Viri y a sus hijos en La Moncloa, que eso no es precisamente el chocolate del loro.
Porque, dejando al margen las prebendas del poder (más de 30 coches gratis, helicópteros gratis, aviones gratis tanto para viajar a Bruselas a escuchar y a decir si, si, si con la cabeza como para irse de vacaciones o a actos del partido, ese señor que come en Cáritas ni cena todas las noches en la Hermandad de Jesús el Pobre, dispone de los 500 asesores ya aludidos, de una docena de cocineros, otra de camareros, de una legión de secretarias, de correveidiles, celestinos, y alcahuetes para controlar a todos y cada uno de sus ministros, secretarios de Estado y hasta directores generales; de otra legión de recaderos y cuentistas para conectarle con la banca y las grandes corporaciones, de varios sacamantecas, un médico, de un barbero, un experto en manicura y hasta de un cura.
Y de otras legiones aún mayores y más inútiles. Porque sólo para evitar que algún ciudadano cabreado, de los muchos que hay al borde del suicidio, decida implantar la justicia medieval y le pegue dos tiros en la rabadilla, por delante y por detrás, el Palacio de la Moncloa está custodiado por más 500 guardia civiles; rodeado desde un kilómetro a la redonda antes de acercarse por centenares de funcionarios del Cuerpo Nacional de Policía y de la policía secreta, que a su vez hacen de avanzadilla cuando se desplaza a alguna parte, controlan todos los itinerarios por cámaras de televisión desde el bunker del palacio presidencia y le acompañan hasta a mear en todas partes.
Un despliegue tan descomunal como innecesario. Porque, ¿Quién por muy chiflado que esté va a matar a Mariano Rajoy y a librarnos del tipo más inútil de la historia de España? Ni siquiera Antonio Tejero Molina se hubiera atrevido a ello en los tiempos en que Rodolfo Martín Villa mandó colocar la ikurriña en el País Vasco un día después de negar tres veces que la autorizaría y, presa de la natural indignación, el militar subió al ayuntamiento de San Sebastián y a punta de pistola obligó a su alcalde a “arrancar aquel trapo” y a colocar la enseña nacional, que ese fue el precedente del 23-F junto con lo que se inventó José Luis Cortina Prieto, tras ver 16 veces al Rey en febrero de 1981, y por eso todo fue una chapuza. Rajoy, y concluyó ya con este razonamiento, gana “poco” pero, céntimo arriba céntimo abajo, nos cuesta más de 250 millones de euros al año.
La verdad es que sí se comparan sus ingresos con los de Barak Obama (algo más de 800.000 dólares anuales) o los del presidente ruso Vladimir Putin (750.000) Rajoy gana una “miseria”. Pero Putin está dirigiendo el país más grande de la tierra en extensión, el que más rico en recursos fósiles y naturales y Obama es el amo del mayor imperio del planeta, el tipo de color que más ha mandado en la historia de la humanidad.
Lo cierto es que sumados los sueldos “legales” de los tres mandatarios más grandes del mundo (Rajoy lo es, no hay más que verlo) no llegan a lo que percibe el presidente o los consejeros ejecutivos de un banco mediano español. De ahí que si trabajaran en el sector privado y ganaran esas sumas tanto Putin, Obama o Rajoy serían tratados como unos pobres desgraciados.
Si, en cambio, se cotejan sus salarios con los servicios que prestan a sus respectivas sociedades habría que deducir todo lo contrario. Los tres junto François Holande y David Cameron, por ampliar un poco más la lista, están recibiendo unos salarios que no se merecen.
Es más, yo diría que Rajoy el simple, un tipo que no habla más lengua que español con retranca gallega, que todo lo que hizo en la vida fue llegar a Registrador de la Propiedad, para vivir sin trabajar ni tener que arriesgarse a competir en una sociedad abierta, debería ser el que pagara para estar ahí, para ocupar un puesto para el que no está capacitado, para el que, según revelan los hechos, es un completo incompetente.
Porque el problema de nuestra sociedad es que salvo en China con Ju Jintao y Xi Jinping, cortado de la misma madera, y en Alemania con Ángela Merkel el planeta está huérfano de políticos de talla, de estadistas que trasciendan los límites de la historia, de hombres con visión del mundo y de la globalización, de la sociedad y del Estado, de personajes como Winston Churchill, Margaret Thatcher, Konrad Adenauer, Charles De Gaulle, Alcides De Gasperi, Franklin D. Roosevelt, Dwight David Eisenhower, los malogrados John F. Kennedy y Aldo Moro que fueron capaces de sacar al mundo de la miseria en que lo hundió el mayor cataclismo provocado por el hombre, firmar un pacto para poner fin a las guerras en el continente Europeo y trajeron la felicidad y el bienestar a sus pueblos, que debería ser en cualquier circunstancia el programa máximo de todo buen gobernante.
Lee Iaccoca, presidente de la Chrysler, el último gran presidente de la mayor multinacional del automóvil americano, lo gritaba hace unos años en uno de sus libros no traducido al español “¿Dónde están nuestros políticos?”. ¿Cómo es posible que el planeta esté en manos de la gente más incapacitada, inculta e inexperta del siglo? ¿Cómo puede tolerarse que unos inútiles (como Zapatero o Rajoy, eso lo digo yo) se dediquen a subvencionar a millones de personas, a dilapidar el dinero en obras faraónicas en lugar de dar paso a la iniciativa privada, que es el único sector en el mundo que crea riqueza y empleo?
Aunque empezó como botones en la Ford hace muchos años, cuando a finales de los años setenta entró en la Chrysler como ejecutivo (antes había fabricado con la Ford el Mustang, el coche más vendido del mundo), Iaccoca que si es un líder de nuestro tiempo aunque ya jubilado, cogió una compañía en bancarrota, con 160 millones de dólares en perdidas semestrales, pagó todas las deudas en menos de cinco años y la colocó en el nivel más alto del ranking del automóvil gracias a sus alianzas con Mitsubishi, AMC, Maserati y Lamborghini, comprando las dos últimas
“Gobernar una empresa o un país no es más que motivar a millones de personas para que se afanen en una tarea común”, escribió. El grito de este personaje de ascendencia italiana, como puede comprobarse por su apellido, reproducido en más de 8 millones de libros, ha servido de muy poco. Nadie, ni un solo político, le ha hecho puñetero caso.
En el caso español, en relación con Mariano Rajoy todavía recuerdo unas palabras que me dijo Francisco Álvarez Cascos en las semanas previas a que se formara el Gobierno de José María Aznar de 1996. “El presidente es una tumba, no ha dicho nada a nadie y el nerviosismo cunde en Génova. El que peor lo lleva es Rajoy que no para de preguntar “a ti te ha dicho algo”, “ya ha hablado con alguien”, “sabes si le ha dicho algo del futuro Gobierno a Pujol”, “¿te has enterado de qué hay de lo mío?”. Y todo eso ocurría entre visita y visita cada media hora al retrete que llevaba casi un mes con una gastroenteritis crónica, temiendo que no le cayera alguna cartera”.
Habrá gente que trate de desmentir esta frase pero resulta que la tengo publicada y atribuida a su autor en 1999 y no está desmentida. De donde se deducen algunas cuestiones. ¿Puede gobernar un país un tipo que está más preocupado por ser ministro que por defender el interés general de los españoles? ¿Puede tomar decisiones que traigan la “seguridad y la felicidad al pueblo”, como escribieron los autores de la Constitución de Pennsylvania de 1776, un sujeto más pendiente de colmar sus ambiciones personales que del bienestar de sus conciudadanos?
¿Puede ser el presidente de un país un señor que padeció dos meses de diarrea crónica, o dicho de otra manera, “que estaba a punto de cagarse los pantalones” a la vez que bebía toneladas de agua de tila (por no decir otra cosa) por que temía quedarse fuera de un Gobierno? ¿Cómo va a motivar Rajoy a las masas cuando no está seguro de si mismo, vive en un sin vivir en si y tiene los nervios agarrados al estómago jugándole malas pasadas? ¿Cómo puede gobernar un país un señor que ha demostrado su incapacidad para gobernar su estómago y sus esfínteres?
La gente tal vez no sea consciente de que ese es el problema más grave de las sociedades occidentales pero si se sabe perfectamente en los bancos y en las grandes corporaciones, cuyos dirigentes no paran de contarte que no pueden crear más riqueza ni fomentar el crédito porque no se fían de unos políticos cortos de mira, inútiles e incapaces de ver más allá de la punta de sus zapatos.
Como dijeron Abraham Lincoln, John Adams, James Madison George Mason, Thomas Jefferson y otros padres fundadores de la gran nación americana a mediados del siglo XVIII “el gobierno se instituye o debiera instituirse para el beneficio común, para la protección, la felicidad y la seguridad del pueblo, nación o comunidad, y no para la ventaja o beneficio de un solo hombre, familia o clase de hombres, que sean sólo una parte de la comunidad”.
Todo lo contrario, sin duda, a lo que ha hecho Rajoy. En apenas un año ha acabado el solito con la clase media, ha reducido la pirámide de rentas en varios puntos, colocando al 40 por ciento de los españoles en salarios por debajo de los 12.000 Euros (y a otro 18 por ciento entre los 12 y 18.000); ha entregado al país a las cajas de ahorro (quebradas), a los bancos, a las corporaciones y a su clan de amiguetes y de golfos, olvidándose de que su gestión va a servir de muy poco: los fondos de inversión norteamericanos que sostienen en la Bolsa a bancos y grandes corporaciones (cuya deuda es de 1.4 billones de Euros) cuestionaron en abril de 2012 la gestión del presidente de uno de los mayores bancos de España y de nuestra mayor multinacional (solo por poner dos ejemplos, que los hay a patadas) al frente de sus respectivas entidades y en 2013 volverán a amenazar con tomar el control de éstas si no aumenta el dividendo, que parece claro que Paco González y Emilio Botín no lo van a aumentar.
Rajoy es, además, y eso nadie puede discutirlo, al margen de la herencia recibida, el individuo que ha roto la felicidad a millones de españoles, el que ha borrado la ilusión y la sonrisa de los labios a centenares de miles de niños muchos de los cuales van al colegio no sólo para estudiar sino para comer; el sujeto que ha destrozado la vejez y la tranquilidad a 8 millones de jubilados, y el que con sus catastróficas leyes ha traído la desgracia del paro a un millón más de familias. Su labor de Gobierno ha sido sumar miseria a la miseria, desgracia donde ya había infortunio. Y sin ser un alquimista ni un experto en Mecánica Cuántica acaba de inventar la reversibilidad del tiempo y ha hecho retroceder a España al periodo de los años cincuenta, a la etapa previa al Plan de Estabilización y al desarrollismo. Y si le dejan puede que hasta imponga las cartillas de racionamiento.
No es nada descabellado: la España que ocupaba un lugar entre los países desarrollados en los años setenta es hoy un país arruinado por los políticos y sus adláteres en las instituciones. De modo y manera que, aunque nadie lo cuente, desde que se destruyó la industria pesada, los astilleros y el textil y se vendieron el resto de las empresas a los inversores extranjeros en este país se vive de prestado. Hasta tal punto que las 13 compañías automovilísticas a las que se les están regalando la energía eléctrica para que no se vayan son todas extranjeras. Aunque se encuentra un 25,3 por debajo de la media de la UE, el coste de la mano de obra en España, según OCDE, era de 20’6 Euros/hora en 2011; en Portugal de 12,1, Letonia y Lituania 5 Euros, Rumania de 4,2 Euros y Bulgaria 3,5. ¿Alguien duda de que este sector, el del automóvil citado, que año tras año pierde cuota de mercado y dinero en España, que es hoy la columna vertebral del país, que se ha instalado aquí de prestado, no se vaya a largar? Tampoco se iba a marchar, según el Gobierno, la Corporación Mondragón, el sexto grupo industrial de España. Y ahora mismo son los dueños de uno de los mayores polígonos industriales de Shangai a donde se han llevado todo el sector de la industria del automóvil y donde acaban de inaugurar la cadena de fabricación de rodamientos para automóviles más grande del mundo, la más moderna y robotizada del planeta para que dentro de poco compremos coches chinos por cinco mil euros.
Con seis millones de parados, con una reforma laboral que solo sirve para destruir empleo en el sector privado, mientras no se toca un pelo a nadie en el público (hay 346.323 empleados que no son ni funcionarios ni contratados sino enchufados de las distintas administraciones); con 17 administraciones autonómicas que son otras tantas naciones donde se hablan hasta cinco lenguas distintas, sin un solo sector de la economía sano, que puede servir de motor de para salir de la crisis, España está más cerca del desmoronamiento del imperio Austro-Húngaro, donde había hasta 17 lenguas (que no otras tantas formas diferentes de cunnilingus), que de un país del siglo XXI
Con 4.000 empresas publicas que pierden 30.000 millones de Euros al año; el diez por ciento de ellas (la Sepi) presididas por Ramón Aguirre, un ex botones de Banco Exterior de España que precisamente no es Lee Iacocca, España constituye hoy un largo túnel donde el tiempo y el espacio se han detenido y donde no se atisba el menor resquicio de luz.
Un país en el que en Hunosa, una de las empresas de la Sepi se roban 200.000 kilos de carbón de la reserva estratégica de Asturias, donde según el Tribunal de Cuentas desaparecen 500 millones de Euros, que supuestamente han ido a los mineros (el 30 por ciento nacidos en Cabo Verde) y Rajoy ordena mirar para otro lado no es un estado serio. Es la cueva de Ali Baba.
Un país, en el que Aznar ordenó entregar casi 4.000 millones en subvenciones a la empresa naval Izar y sólo se ha recuperado algo más de la mitad; en la que hay 700 ingenieros de montes del antiguo IRYDA trabajando en una empresa, Tagsa, y cobrando más de 100.000 euros al año con una sola meta: ser bomberos en verano y el resto del año dedicarse a investigar la trazabilidad de los alimentos de los animales sin que se sepa todavía si hay descubierto el origen de la gripe aviar o el mal de las vacas locas, no es serio. Y eso sin contar el dinero que se roba a manos llenas en Ineco, Adif, Navantia, Aena y otro medio centenar más de empresas, feudos de poderosos clanes de ingenieros, que han convertido su parcela pública en patio de Monipodio y en su Sierra Morena particular.
Un país donde Ramón Aguirre fue nombrado presidente de la Sepi para cerrarla (al igual que el resto de las 3.500 empresas de las autonomías), pero a los diez minutos recibió la contraorden del Gobierno de no tocar nada porque la Sociedad Española de Participaciones Industriales iba a ser el cementerio de todos aquellos dirigentes del PP que se enfrentaron a Rajoy en 2008; el lugar donde colocar al hermano del ministro de Agricultura y a otras trescientas personas más con sueldos de banqueros de los años 80. El país de donde había que sacar el dinero negro para completar el sueldo al presidente de la agencia EFE, José Antonio Vera que, el pobre ganaba más en las tertulias; para dar una propina a todos los subsecretarios y secretarios de Estado de Rajoy, salvo a alguno despistado que aún no sabe donde hay que tener un despacho que no se utiliza nunca para poder tener una “bufanda” de la “chatarrería” del Gobierno.
Un país que, entre otros miles de disparates, sueña con reactivar el Hipódromo de La Zarzuela, comprando mil caballos de carreras por unos cuantos millones de Euros, entre ellos varios ejemplares del Aga Khan. Y que ha colocado al frente de esta colosal empresa, que va a ser el buque insignia del desarrollo español a Faina Zurita Ussía, sobrina de Zurita y sobrina de Gaitanes, cuyo único curriculum público, salvo que haya aprendido a montar en privado o a la luz de la luna, es que ha sido jefa de prensa y solamente jefa de prensa en varias empresas de medio pelo.
De donde se deduce que si Ramón Aguirre es capaz de incentivar a la vieja y rancia aristocracia para recuperar la vieja y ancestral costumbre de pasar las mañanas de sábados y domingos en sus instalaciones y, de paso, vender sus fincas y hacer los negocios de siempre y cobra un porcentaje por cada transacción España volverá a ir bien, como decía ese prócer de la literatura al que llamaban Aznar, que todo hay que aclararlo no es el rebuzno del asno, sino el apellido de Gran Timonel de la España del PP.
Tras lo cual, viviendo con industrias de prestado, uniendo el futuro de España a la cría caballar y a la trazabilidad de los alimentos animales; con una nación que no se va a romper en tres pedazos porque ya lo está (País Vasco y Cataluña son energética, financiera, industrial y hasta fiscalmente independientes [Cataluña todavía no del todo]. Tienen su educación y red sanitaria diferenciadas. Disponen de sus redes de suministros de agua y alimentos independientes [allí no existe la empresa española Mercasa sino sus propios mercados mayoristas])… Todo ello unido a unos partidos que viven de negar las evidencias, sin otra mira que la de mantenerse en el poder para seguir saqueando, nos lleva a pensar que en este país de picaros y lazarillos no tiene otra salida que la de una profunda regeneración democrática, que debe promoverse y realizarse por personas, limpias y honestas, dispuestas a arrojar por el sumidero de la historia a varios millares de los políticos actuales o esta nación no tiene futuro.
Todo lo cual me trae de nuevo a la mente las palabras de uno de los autores de la Constitución de Pennsylvania de 1776. Escribió uno de los más lúcidos brothers y venerables maestros del “siglo de las luces” en Estados Unidos: “La comunidad tiene un derecho indudable, inalienable e inanulable para reformar, modificar o abolir el gobierno en la manera que dicha comunidad considere mejor para el bienestar público”.
Un asunto que, por supuesto, no se puede dejar en manos de los políticos en activo ni realizarse dentro de los límites de la Constitución ya que nuestros “padres de la patria” hicieron una Carta Magna a medida de sus intereses y para amparar las fechorías de los suyos (sean muchas o pocas).
En el caso de Rajoy no basta con “abolirlo”. Habría que mandarlo además a limpiar las letrinas de Génova 13, de sus casi ancestrales inmundicias, para que entre tanto otros más preparados que él puedan limpiar la sociedad española del resto de sus cagadas. Y de las de Zapatero.

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