La crisis en España ha provocado un ajuste salarial que algunas empresas han decidido aprovechar para volver a traer su producción a España, un fenómeno cada vez más evidente, sobre todo en la industria textil, la juguetera y la automovilística. China y el sudeste asiático ya no resultan tan atractivos, entre otras cosas, por el coste y el tiempo de transporte, aunque el Gobierno también ha querido apuntarse el tanto y destaca que esta relocalización en España es posible gracias a su reforma laboral; los sindicatos discrepan.
Hace unas semanas la fábrica de Figueruelas aplaudía el anuncio de Opel de que iba a producir su nuevo modelo, Mokka, en la planta española. Una decisión que llega después de que en abril los trabajadores firmasen el nuevo convenio colectivo, que incluye la congelación salarial durante dos años y de que General Motors, la matriz, comunicase que llevaría a cabo una inversión de 4.000 millones en Europa. El ministro de Industria, José Manuel Soria, atribuyó el mérito a las medidas del Gobierno al destacar que estos acuerdos hubieran sido imposibles sin la flexibilidad del nuevo marco laboral.
El automóvil es un sector estratégico para el Gobierno -representa un 10% del PIB- y Mariano Rajoy dijo en julio que España “es el mejor lugar del mundo para fabricar coches”. Renault ha decido esta misma semana trasladar parte de la producción de Turquía a Francia, una noticia que ha aliviado parte del cabreo que mostraron los sindicatos franceses cuando el fabricante hizo público el verano pasado su plan de inversión en España, que prevé un incremento del 40% de la actividad en Palencia.
Planta de General Motors en Figueruelas. (EFE)
El coste laboral es determinante en el fenómeno de la relocalización y producir en España es mucho más barato que en Francia. Nissan se encuentra también entre las marcas que ha decidido aumentar la inversión en nuestro país, concretamente en su  planta de Barcelona. Y a finales del año pasado Ford optó por trasladar la fabricación de uno de sus modelos de Bélgica a España (Valencia).
Devaluación interna para ganar competitividad
Los costes laborales y salariales en España crecieron a un mayor ritmo que en el resto de países europeos hasta 2009, pero con la crisis y el fortísimo aumento del desempleo en nuestro país -con una tasa que supera el 26% frente al 12% de la UE- se ha producido una devaluación interna a través de los costes salariales que han frenado la pérdida de competitividad en la que se hallaba inmerso el país.
De acuerdo con los datos del INE, entre 2010 y 2012,  los costes laborales unitarios han caído casi un 7%. En lo referido al coste laboral total por trabajador y mes, en el cuarto trimestre del año pasado bajó el 3,2%. Y entre enero y marzo de 2013 se ha reducido un 1,4% hasta los 2.480,22 euros. Eso sí, cabe destacar que es en la industria donde el ajuste ha sido mejor.
En cualquier caso, el Banco de España en su boletín económico de julio-agosto subraya que en términos de los indicadores más amplios de coste laboral, ha habido una “notable moderación salarial”. Finalmente, según los datos de Eurostat, el coste laboral en España es uno de los que más ha bajado, con Portugal e Irlanda, de Europa. En concreto ha caído 5,1 puntos entre 2010 y 2012, frente al incremento de 4,8 puntos de la UE-27.
Ropa y juguetes hacen el viaje de vuelta
Las industrias textil y juguetera también se han situado en cabeza del proceso de relocalización, después de la huida en masa hacia los emergentes en la década de 1990. La Federación Española de Empresas de la Confección (Fedecon) estima que el sector podría volver a traer a España al menos la mitad de los empleos que deslocalizó hace veinte años.
Fábrica de juguetes española. (EFE)
Los responsables de la federación destacan que este movimiento viene marcado por el importante aumento del coste de la mano de obra en China. Pero también por el cambio que ha habido en la industria en los últimos cinco años: las colecciones son más inestables como consecuencia de la contracción del consumo, lo que provoca que haya que hacer series cada vez más cortas, se necesita mucha agilidad en el cambio de colecciones y tener la producción a miles de kilómetros lo dificulta. Además, tras los accidentes en las fábricas de Bangladesh, utilizar estos talleres, menos sometidos a vigilancia y regulación, puede tener cierto impacto en la marca.
La firma de vestidos de novia, de fiesta y lencería ¡Oh qué luna! ha vuelto a traer la producción a España este verano. Hacía años que trabajaban en China, después empezaron a fabricar en Bulgaria y han acabo regresando a sus orígenes, explica Pilar Barreiro, diseñadora y propietaria de la empresa. El principal motivo que le ha llevado a tomar esta decisión es la “tremenda falta de control” que hay sobre el producto cuando se elabora fuera y a tanta distancia, que acarrea problemas de calidad.
La CEOE  destaca que en España se han llevado a cabo cambios en el mercado laboral que han ayudado a reducir los costes y facilitan la relocalización. Por otra parte, “la subida de salarios en China se ha notado y, aunque todavía sigue siendo más barato producir allí, no compensa”, asegura Barreiro. “De un año para otro te suben el precio, lo duplican. Es lo que hay y como ahora están más volcados en su mercado interno, si lo quieres lo tomas y, si no, lo dejas”, añade. Además, “al coste de producción hay que sumarle el de transporte, traer la ropa desde allí es más caro que confeccionarla, duplica el precio”.
El problema que se están encontrando estas empresas que quieren volver a fabricar en nuestro país es que el tejido industrial ha desaparecido en los últimos veinte años como consecuencia de la deslocalización hacia los estados emergentes y de la crisis de los últimos años. “No está siendo fácil producir aquí”. Entre las firmas que ya han emprendido el viaje de vuelta, el fabricante de ropa de mujer Merletti y la juguetera Injusa.