La discusión sobre los millenials, o la llamada generación Y (es decir, la de los nacidos durante los años ochenta y noventa, por simplificar), ha copado las portadas de los medios de comunicación durante el último año. Es el caso del ya célebre reportaje realizado por Joel Stine para Time, que aseguraba en su portada que “los millenials son vagos, narcisistas que se creen que tienen derecho a todo y todavía viven con sus padres”. En esa en apariencia negativa imagen, Lena Dunham (o, mejor dicho, el papel que interpreta en su serie Girls) se constituye como el epítome de los millenials: malcriados, banales, frívolos y poco preocupados por el futuro, ya que quizá no tengan ninguno.
El artículo dibujaba una visión mucho más positiva de los millenials que la que se desprendía de su titular, ya que realzaba algunas de las virtudes de las que estos disponen en comparación, especialmente, con la generación que los precedió, la generación X (es decir, la de los nacidos durante los años setenta). Stein aseguraba que se trata de una generación que ha mutado para adaptarse a un nuevo mundo, en el que la alta autoestima va de la mano de la conversión del “yo” en una marca personal y en el que las oportunidades que se abren ante ellos son infinitas (y, por eso, la competencia es mayor). Sobre todo, son mucho más positivos e idealistas que la generación anterior, caracterizada por el cinismo de la música grunge y la posmodernidad cinematográfica.
Un nuevo e interesante libro viene a arrojar nueva luz sobre la generación que está llamada a tomar las riendas de la sociedad durante las dos próximas décadas. Se trata de Baby Bust: New Choices for Men and Women and Work in Family (Wharton Digital Press), un breve volumen escrito por Stewart Friedman con un título que no deja lugar a dudas sobre su contenido: el “fiasco” (“bust”) del título es un juego de palabras con la “explosión” (“boom”) de los “baby boomers”, la generación de sus abuelos: si aquella estuvo marcada por la explosión demográfica, el destino de la nueva generación es su decrecimiento de las tasas de natalidad. ¿Por qué?
El auge de las familias que no tendrán descendencia
Friedman explica en las primeras páginas de su volumen que si en 1991 el porcentaje de jóvenes que tenían pensado tener descendencia se encontraba en el 78%, veinte años más tarde, la situación es muy distinta, y la cifra ha descendido hasta el 42%. En España, la tendencia quizá no sea tan acentuada, pero sí existe: según el Instituto de Estadística de Madrid, el 14,5% de las parejas en edad fértil de la región no se plantea tener otro retoño, mientras que en 1991 el porcentaje era únicamente del 6%. Además, según un estudio realizado por la Fundación Acción Familiar a partir de datos del INE y Eurostat, el 51% de mujeres en el mercado laboral no tienen hijos y el 85% de las mujeres trabajadoras renuncian a tener más descendencia.
El hijo único ha dejado su sitio a las familias sin vástagosA tal respecto, Friedman asegura que no se trata, como ocurrió en el pasado reciente, de una reducción del número de hijos –en España, la tendencia a tener un único vástago se acentuó durante las últimas dos décadas–, sino de que cada vez hay más parejas (e individuos) que optan de manera voluntaria porno tener ninguna clase de descendencia.
En opinión del autor, los millenials viven un conflicto que las generaciones anteriores conocieron de manera menos acentuada, debido a dos factores: “los requerimientos temporales del trabajo se han disparado (hasta 14 horas al día) y la deuda estudiantil se ha multiplicado”. Precisamente, una reciente encuesta manifestaba que el 80% de los españoles trabaja 10 horas o más al día, a la par que las tasas universitarias han aumentado hasta un 40%. En definitiva, una situación no tan diferente a la de Estados Unidos.
Lena Dunham sea ha convertido en el epítome de los 'millenials' gracias a su serie Lena Dunham sea ha convertido en el epítome de los 'millenials' gracias a su serieLa vida es cara
En definitiva, en un panorama en el que el paro juvenil ha aumentado hasta niveles críticos y en el que la formación del individuo puede alargase más allá de los 30 años, resulta cada vez más complicado gozar de los recursos económicos necesarios para mantener una familia antes de cumplir los cuarenta.
La mayor parte de jóvenes espera trabajar 14 horas más a la semana que sus mayoresE incluso en dicho caso, las exigencias laborales imposibilitan la compatibilidad entre la vida profesional y la personal, incluso aunque se haya alcanzado la tan deseada igualdad de género, que en muchos casos, ha provocado que ambos miembros de la pareja pasen la mitad del día fuera del hogar, algo que imposibilita la formación de una familia.
Como explica Friedman, “la tecnología ha borrado las líneas entre la vida laboral y la familiar, lo que se suele traducir en más horas de trabajo”. Según los datos aportados por el autor de Equilibrando trabajo y vida(Deusto), la mayor parte de jóvenes del siglo XXI espera trabajar 14 horas más a la semana que aquellos que ingresaron al mercado laboral hace 20 años. El último factor a tener en cuenta es que, simple y llanamente, tener hijos es caro: en un momento en el que muchos profesionales se comienzan a endeudar para completar su formación, cada vez será más difícil poder hacer frente a los gastos que supone tener un hijo. Tanto más, cuando la inestabilidad personal y profesional impide a toda una generación hacer planes a largo plazo.
Una nueva familia: el caso japonés
La última peculiaridad señalada por Friedman es que los millenials están creando un nuevo concepto de familia, que ya no mira hacia abajo en el árbol genealógico, sino hacia arriba. En otras palabras, y dado que abrir una nueva rama en el árbol familiar es costoso y requiere de un tiempo y dinero que no se tiene, los jóvenes están reconectando con la generación de sus padres y abuelos, así como redescubriendo a los primos o a la familia política. Es el reflejo en la familia del grupo de amigos, que según Friedman se ha revalorizado frente al aislamiento personal al que empuja, en muchos casos, tener hijos.
El 25% de hombres y el 45% de mujeres de entre 16 y 24 años de Japón no están interesados en tener parejaAl otro lado del planeta, Japón está implantadouna nueva tendencia amatoria: la de los ‘sin sexo’, que no sienten el impulso de relacionarse con el sexo contrario. Como han explicado los expertos que han abordado dicho tema, no se trata únicamente de una respuesta a la saturación de sexo en la sociedad, sino a una manera decentrarse en la vida profesional antes que en la personal, considerada como una distracción: un 70% de las mujeres japonesas dejan su trabajo después de tener su primer hijo.
Son los llamados “herbívoros”, u hombres heterosexuales que, a pesar de dicha condición, no buscan ni sexo ni pareja. Según los datos de laAsociación para la Planificación Familiar de Japón, el 25% de hombres y el 45% de mujeres de entre 16 y 24 años de Japón no están interesados en tener pareja. La explicación que aduce la periodista de The Guardian Abigail Haworth es que “la cultura empresarial de Japón hace casi imposible para una mujer combinar su carrera con su familia”. Una noticia que aparece al mismo tiempo que la directora operativa de Yahoo! Sheryl Sandberg sugiere que las mujeres han de esforzarse aún más para llegar lejos en su carrera.
Una entrada mucho más tardía al mercado laboral, una fuerte inversión tanto temporal como económica en la formación personal, las exigencias de un mercado laboral cada vez más competitivo, la inestabilidad económica y personal y la difícil conciliación entre trabajo y familia despejan un resultado claro en la ecuación de los millenials: cada vez, y hasta que las circunstancias cambien, tendrán menos hijos.