lunes, 23 de septiembre de 2013

EL PAPA FRANCISCO CONTEMPLA ENTRE SUS REFORMAS NOMBRAR CARDENAL A UNA MUJER



Ese Papa no deja de sorprenderme. Pesé que era un nuevo escándalo o una broma, pero parece que el artículo de “El País” lo dice en serio:

"El papa Francisco contempla entre sus reformas nombrar cardenal a una mujer. El Pontífice pretende recuperar el elemento femenino de los primeros tiempos del cristianismo". Y añade además: “Es necesario el genio femenino. Hoy afrontamos ese desafío”

Según el Papa, “La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer”. “Necesitamos de una teología profunda de la mujer”, según la opinión de Su Santidad.

Por fín, ¿llegó la oportunidad para que las monjas y abadesas se metan a cardenalas?. Y de su paso de cardenalas (consejeras papales), dar el paso para la elección de la primera Santa Mama de la moderna y reformada cristiandad que presente impulsar el Papa Berglogio.

 

Si ayer en su misa de domingo, el Papa Francisco I criticó contra el actual sistema económico mundial, diciendo que ese no puede basarse en un “dios llamado dinero”, y que el actual sistema económico nos está llevando a una tragedia con las consecuencias de ese sistema que idolatra a un dios llamado dinero, y que eso no puede ser y se tiene que cambiar, animando a los desempleados a luchar por el trabajo y a “defender su dignidad”. Si cosas como esas dijo, se le nota que está por la causa de los pobres, por los que forman la iglesia de base, y no la iglesia elitista de la cúspide.  

Es muy importante lo que dice de que hay que luchar contra los graves problemas derivados de la crisis económica, la pobreza, el paro, y la creciente desigualdad en el reparto de la riqueza. Cosa que no se le oía decir mucho que digamos, al anterior Papa Ratzinger.

Y así, a diferencia de su antecesor Benedicto XVI que lanzaba mensajes contra el aborto, el matrimonio gay, la crítica de la investigación de las células madre, su oposición a los anticonceptivos y el uso del preservativo,…el actual Papa es mucho más tolerante y comprensivo con la realidad de la homosexualidad y el lesbianismo, que ahora trata incluso de que la mujer no quede discriminada dentro del seno de la Iglesia, promocionándola para puestos de cardenal (paso previo para ser Papisa o “Santa Mama”). Y no digamos de que además trata de luchar contra la corrupción interna de la Iglesia, en cuanto se refiere a los dineros episcopales, con la desfenestración del cardenal Bertone (en medio de la red de cuervos y víboras que forman la curia vaticana), así como la acusación de todos esos obispos o curas probados de abusos de pederastia. Muy atrevido, con lo cual no sé si el viejo sistema eclesial de estructuras medievales le permitirá conseguir esos objetivos que espera conseguir, aunque es sabido que como Papa tiene poderes absolutos dentro de la Santa Madre Iglesia.

 

En fin, que creo que al igual como ocurre con los sacerdotes protestantes, cuando curas y monjas católicos puedan levantar su absurdo celibato y puedan tener pareja y casarse entre los propios miembros del clero, o cualquier otro creyente o no creyente (e incluso divorciarse, si hiciera falta) , como lo puede hacer libremente cualquier otra persona que se casa por amor, las cosas se habrán normalizado bastante en lo que forma “el pueblo de Dios”, y la milenaria institución clerical se habrá integrado más en la sociedad que pretende servir en nombre de la divinidad. En fin, me refiero a esa iglesia más en la línea de lo que fue la predica evangélica de Nuestro Señor Jesucristo, y que en su momento tuvo de expulsar a latigazos a los mercaderes del templo a quienes sólo les interesa el dinero. ¿Lo conseguirá?,….lo malo es que históricamente cuando un Papa es demasiado bueno, o lo asesinan, o se muere antes de tiempo por alguna misteriosa enfermedad. Es de desear, pues, que Francisco I, testigo de esperanza de los cristianos, tenga mucha suerte en sus buenos empeños, y que disponga de mucho tiempo para bendecirnos, por supuesto. Mientras tanto, me imagino que el debate en la Iglesia, está abierto.  

EL PAPA FRANCISCO CONTEMPLA ENTRE SUS REFORMAS NOMBRAR CARDENAL A UNA MUJER


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El papa Francisco contempla entre sus reformas nombrar cardenal a una mujer

El Pontífice pretende recuperar el elemento femenino de los primeros tiempos del cristianismo

No se trata de una broma. Es algo que le ha pasado por la cabeza alpapa Francisco: nombrar cardenal a una mujer. Quienes le conocen, dentro y fuera de la Compañía, desde antes de llegar a la cátedra de Pedro, aseguran que el primer papa jesuita de la Iglesia está llamado a sorprender cada día no sólo con sus palabras sino también, y sobre todo, con sus gestos. Eso está haciendo en los primeros seis meses de pontificado.
Quienes piensan que Francisco, con su sencillez de párroco de provincia, su lenguaje llano y su sonrisa siempre en los labios es un simple o un ingenuo, se equivocan. Este Papa, que no parece Papa, ha llegado a Roma desde la periferia de la Iglesia con un programa bien concreto: cambiar no sólo el aparato herrumbroso de la maquinaria eclesial sino también resucitar el cristianismo de los orígenes.
El simbolismo de sus gestos empezó desde que apareció en el balcón central de la Basílica de San Pedro, vestido de blanco, diciéndose “obispo” y pidiendo que la gente de la plaza lo bendijera. No perdió desde entonces un minuto para sembrar de gestos inesperados su primeros meses de pontificado con espanto de muchos, dentro y fuera de la Iglesia.
Y lo seguirá haciendo. Por ejemplo, con este plan de hacer cardenal a una mujer. Sabe que el tema femenino dentro de la Iglesia está sin resolver y que no puede esperar. Lo ha dejado claro con dos frases lapidarias en su última entrevista a Civiltá Católica: “La Iglesia no puede ser ella misma sin la mujer”. No es sólo una afirmación. Es una acusación. La frase se puede leer también así: “La Iglesia no está aún completa porque en ella falta la mujer”.
Francisco considera que resolver el tema de la mujer dentro de la Iglesia ya es algo impostergable
¿Cómo introducir en la Iglesia esa pieza esencial, sin la cual, la Iglesia “no puede ser ella misma”? Lo ha dicho en la misma entrevista: “Necesitamos de una teología profunda de la mujer”.
Y esa teología, da a entender el papa, no puede ser construida en el laboratorio del Vaticano, apadrinada por el poder. La están ya construyendo las mujeres dentro de la Iglesia: “La mujer está formulando construcciones profundas que debemos afrontar”, dice.
Francisco quiere resolver ese problema durante su pontificado porque está convencido que la Iglesia de hoy está manca y coja sin la mujer en el lugar que le correspondería, que sería ni más ni menos que el que ya tuvo en los inicios del cristianismo, donde ejerció un enorme protagonismo. Por lo menos hasta que Pablo acuñó su teología de la cruz y jerarquizó y masculinizó a la Iglesia.
El papa sabe que para llevar a cabo la revolución que tiene en mente necesita “escuchar” a la Iglesia, no sólo a la de arriba, sino también a la de abajo, donde se están llevando a cabo, por parte de la mujer, “construcciones profundas”.
Puede haber cardenales que no sean sacerdotes, basta que sean diáconos
Podría sin embargo, abrir camino él mismo con algunos gestos que obligarían a colocar con urgencia el tema de la mujer sobre el tapete, o si se prefiere sobre “el altar”. Y uno de esos gestos sería nombrar cardenal a una mujer. ¿Que es imposible? No. Hoy, según el derecho canónico, puede haber cardenales que no sean sacerdotes, basta que sean diáconos.
Pero es que la mujer, podría decir alguien, hoy no puede aún ser diaconisa, como lo era hace 800 años y sobre todo en las primeras comunidades cristianas. Pues esa es también una de las reformas que Francisco tiene en la cabeza. No se trata de ningún dogma. La mujer podría ser admitida al diaconado mañana mismo.
Como ha escrito Phyllis Zagano, de la Universidad de Loyola de Chicago, la mayor experta de la Iglesia en este tema, “el diaconado femenino no es una idea para el futuro. Es un tema de presente, para hoy”. Y cuenta que había abordado el tema con el cardenal Ratzinger, antes de ser papa, y que le respondió: “Es algo en estudio”. A Benedicto XVI se le quedó en el tintero, pero el papa Francisco podría acelerar el proceso. Ya hoy, la Iglesia Apostólica Armenia y la Ortodoxa Griega, ambas unidas a Roma, cuentan con diaconisas.
Llegada la mujer al diaconado, puede ya, sin cambiar el actual Derecho Canónico, hacer a una mujer cardenal con el título de diaconisa. Más aún, bastaría cambiar la actual normativa para permitir que un laico, y por tanto una mujer, pueda ser elegida cardenal, ya que ha habido por lo menos dos casos en la Iglesia en que fueron nombrados cardenales dos laicos: el Duque de Lerma en 1618 y Teodolfo Mertel en 1858.
El cardenalato no implica consagración presbiterial ni episcopal, es un puesto de consejero del papa
El cardenalato no supone la consagración presbiterial ni episcopal. Los cardenales son consejeros del papa y su función principal es elegir al nuevo sucesor de Pedro. ¿Hay algún inconveniente en que una mujer pueda dar su voto en el silencio del cónclave? ¿Su voto valdría menos que el de un varón?
Un jesuita me decía: “Conociendo a este papa, no le temblaría la mano haciendo cardenal a una mujer y hasta le encantaría ser él el primer papa que permitiese que la mujer pudiera participar a la elección de un nuevo papa”.
Cuando Francisco, en su larga entrevista, insiste en que no quiere hacer los cambios precipitadamente y que antes prefiere “escuchar” a la Iglesia, es porque esos cambios, algunos sorprendentes, los tiene ya en mente, quizás bien enumerados. Quiere sólo presentarlos con el aval no sólo de la jerarquía sino del pueblo de Dios.
Con este Papa, como diría Federico Fellini: “La nave va”. Con Francisco, los pilares de la Iglesia se empiezan a mover. Y muchos empiezan a temblar. De miedo. Dentro, no fuera de la Iglesia. Fuera empiezan a resonar más bien las notas del estupor y hasta de la incredulidad. “Con este papa casi me están dando ganas de hacerme católica”, escribió ayer una lectora en este diario.
Algo se mueve, y quizás irreversiblemente en la Iglesia justo en el momento en el que en el mundo laico y político, en el campo de la modernidad, los relojes parecen haberse parado todos a la vez.



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